Thursday, November 16, 2006

Wish I was there

8614 millas náuticas

8vo viaje

Día 57

Luego de mi día libre (bueno, en rigor no es libre, pero me arranco un tiempo a la civilización) en el que intenté invertir mi dinero en fondos mutuos, pero no se pudo hacer la transferencia porque el sistema estaba caído llegaban los primeros pasajeros al barco. Pero bueno, el fin del asado no era precisamente ese, sino que el capitán estaba de cumpleaños. Invitó a toda la farándula natalina, incluido su alcalde quien también cumplía 76 años el mismo día. Luego de la cena tomaron el micrófono y se mandaron un par de speeches. El alcalde es de lo más curioso un viejito italiano (se nacionalizó como el 60, pero sigue hablando con marcado acento) que tiene un encanto particular, pero también una ignorancia abismante (por ejemplo, sostenía firmemente al ser el dueño su estancia podía prohibir – y de hecho lo hacía- el acceso al mar). Era como una especie de Benny… bueno, otro alcalde peculiar para la colección. Cuando el capitán se puso a conversar con el edil quedamos descolgados de la mesa. Así que le metí conversa al comensal que tenía más cerca: el jefe de los pacos de Puerto Natales. Claramente la conversación no fue muy interesante, pero me parece que en algún momento puede llegar a ser favorable tener a los pacos de parte tuya. Cuando pasaron con los bajativos (que generalmente solo les dan a los invitados y pasajeros) nadie estaba pescando y Mario (el barman) me preguntó si quería. Llevaba una botella de swing (el whiskey más top de Johnnie Walker, tiene 18 años y la botella se balancea) y me sirvió casi hasta arriba el vaso. Rato después volvió y realizó un refill de las mismas proporciones. Volví a mi cabina muy arriba de la pelota.

Día 58

Amaneció con sol y poco viento. Cruzaba los dedos porque se mantuviera igual. Camino a las Torres del Paine el día era esplendoroso. En un momento el bus tomó una curva y ahí estaban, las Torres del Paine en toda su magnitud con un sol importado de la zona central. Es el mejor día que hemos tenido en la temporada; tanto así que en un punto me llegó a dar calor y es la primera vez en estos meses que siento eso. Aparte como no había viento me pude dar un festín de tomas lindas, dignas para Frutos del País o la Tierra en que dormimos. Me pasó que el sol me revitalizó, me sacó del letargo y me dio mucho ánimo para poner la cámara en lugares distintos y componer tipos de planos que estuvieran a la altura del día en que tuvimos.
De vuelta en el barco estamos nuevamente en la mesa del capitán. Esta semana vino una pareja de periodistas españoles. Tienen una vida que me parece digna de imitar. Están casados y trabajan free lance haciendo reportajes de viaje y documentales. Ahora dejaron de hacer documentales porque ella se aburrió de tener que acarrear el trípode (de verdad, eso me dijo). Antes de estar en Chile (llevan como 3 meses) habían estado en China y antes en Afganistán. Empezamos a hablar de audiovisual y me decían que otro motivo para haberlo dejado era lo mal que los trataban los canales de televisión que les daban a entender que les hacían un favor si les pasaban un programa. Me contó de sus últimos documentales que salieron al aire hace cinco años. Era una serie que registraba el viaje por distintas civilizaciones antiguas narrado en primera persona y mostrando la vida en los países por los que viajaban. La mayoría de las grabaciones las hicieron en Egipto y el programa se llamaba “La ruta de los Emperadores”. “¿Te cuento?” – le dije. Te copiaron el formato, acá hicieron un programa igual que se llamó “La ruta de la seda”.

Día 59

Una de las cosas extrañas de mi pega y para la cual hay que tener la cabeza muy centrada es que cada día de la semana es igual. Se ven los mismos lugares, se come lo mismo, el capitán echa las mismas tallas, mi compañero da la misma información y así. Lo extraño es que también el tiempo tienen a ser el mismo cada día de la semana. Los domingos suele haber lluvia un rato en Amalia. Ahí estuvo tranquilo, grabé bien un derrumbe y con eso salvé el paseo. Pude editar rápido y pegarme una siesta de una hora, hacer ejercicio y trabajar en el proyecto de documental que me gustaría hacer cuando vuelva. A las 6:30 llegamos al fiordo Antrim y estaba muy feo, pero no llovía. Cuando salimos en el bote empezó el diluvio. De Santiago me mandaron un pasamontañas y me lo puse más para inaugurarlo que por necesidad. Parecía un terrorista audiovisual y con los pantalones de agua y bototo estaba bien protegido; salvo un pequeño detalles las gotas en el lente de la cámara. Ya me he acostumbrado a estar en un bote mientras el cielo cae sobre mi cabeza, pero todavía me enerva tener que estar cada dos segundos limpiando las gotitas que se le pegan al lente. A la vuelta empezó a llover tanto que el bote de pasajeros dio media vuelta y partió derechito al barco. Dado que el motor del bote filmador está malo, jamás pudimos alcanzarlos.
Durante la cena el capitán dijo haber recibido una señal de alarma de un barco en el golfo de Corcovado. Estas alarmas satelitales pueden ser activadas de modo manual o se activan automáticamente cuando la embarcación se hunde. Después de cena supimos que el barco había zozobrado y los 8 tripulantes habían muerto. Entre ellos uno que navegó en este barco hace algunos años. Ufff… ¡que fuerte! Uno piensa que con todos los sistemas de navegación modernos estas cosas no pasan, pero después de todo seguimos navegando en frágiles cascaritas de metal que flotan en el vasto mar. Cuando vuelva navegaré ese golfo del cuál los marinos ya me han contado varias historias. Pensé en el Domingo pasado cuando varamos y uno cree que todo es muy seguro… pero…. Pero a veces pasan cosas como ésta.

Día 60

En la mañana estuve errático. Hacía mucho frío y eso me tenía un tanto bloqueado. No tomé buenos encuadres de los derrumbes, se me pasaron otros, pero después en el barco salió el sol y eso me prendió la neurona audiovisual. Empecé a editar, me dio mucho sueño así que tomé una siesta de 10 minutos y seguí con el montaje. Terminé rápido y pude tener una sesión de ejercicios antes de llegar a Puerto Edén.
En tierra subí al mirador y me dije: “Puerto Edén se parece a Puerto Oscuro” y el recordar mi práctica hizo que sacara el 120% y empecé a tirar tomas buenísimas. Sentía que estaba en la zona. Movía la cámara y ahí estaban las tomas que quería. Es la priera vez que siento que retraté en algo el espíritu de ese lugar.
De vuelta en el barco mi compañero me dijo que Aaron (uno de los maquinistas) estaba de cumpleaños. Cumplía 20. Después de saludarlo, Marcelo propuso que había que echar a correr el rumor de que la tripulación iba a hacer una colecta para regalarle un noche de relajo al festejado. Cuando le dijeron éste miró con cara de asustado, entonces laidea era seguir la broma. En la cena no me quedó claro que el supuesto regalo fuera a ser broma o realidad, ya que el piloto dijo que para hacerla bien no hay que pasarle a él la plata, sino que acompañarlo, darle las 30 lucas a la señorita más agraciada del lugar, mostrarle el carnet y decirle que le haga una atención especial dado que es su cumpleaños. Mientras la comitiva tiene que esperar en el lugar para fiscalizar que el regalo haya sido disfrutado.
A la hora del postre avisaron que había una torta y champaña para Aaron, así que me arranqué al comedor de tripulantes. Ahí estaba la señora dirigiendo la celebración. Le cantamos cumpleaños feliz y el cabro se emocionó. Fue bonito, me sentí como en una familia lejos de mi familia. Mientras comíamos la torta empezamos a huevearlo con el regalo. “Ya están juntadas las 30 lucas”, dijo alguien. La señora preguntó cual era el fin del dinero. “Llevarlo al cine en Punta Arenas”, dijo otro. “Es para que salga a la night”. “¿la nay? ¿Dónde queda ese local?” preguntó la señora; y después dijo “Acaso quieren llevarlo a un lugar malo?” Un tripulante más viejo le contestó: “Póngase con luca pa’ la colecta y le contamos.”

Día 61

Ya llevo dos meses hueveando acá y ciertamente no es poco tiempo para estar tan lejos. Es extraña la distancia, extraño como me parece que cada día pasa tan rápido, pero que ha habido tantos cambios desde que tomé el avión ese jueves 14 de septiembre. Extraño, también me parecen las cosas que extraño.
En la mañana fuimos al fiordo Calvo. Estaba lloviendo, lo que hacía la situación bastante más compleja. En el momento de servir el whiskey estaba haciendo la tomas pelotudas de los viejos brindando cuando Mario me dice que esta vez no hay whiskey con hielos milenarios porque se acabaron los vasos. Le dije que no importaba, pero si quieres te lo sirvo en vaso de café. Yo me reí porque pensé que era talla, pero al rato me pasó uno de esos universitarios vasos de plumavit para tomar café con un par de hielos de glaciares y lleno de Chivas Reagal. Oh my god! Empecé a tomar y me puse a conversar con mi vecina (retrocedamos. Los doctores son invitados con pareja. Casi siempre vienen con sus esposas, aunque algunas veces con las novias de varios años. El primer día le preguntaron al doc si es que tenían hijos juntos; se miró con su acompañante y se cagaron de la risa. No, somos amigos no más. Desde entonces hablamos de esa persona como “El Maestro”. Después me enteré que ha venido en años anteriores y cada vez trae una “amiga” distinta. Bueno, el asunto es que después de mostrar el video ayer me puse a hablar con ella y me dijo que había estudiado comunicación audiovisual en el Inca Cea. Ahhh, le digo - eso queda a 3 cuadras de mi casa. Yo vivía ahí también. No deja de ser curioso que nos viniéramos a encontrar en el poto del mundo cuando nos podríamos haber encontrado tantas veces). Estábamos de lo mejor y yo veo que nos acercamos a la cascada y me apuro en terminar el trago. Salgo a la cubierta y me doy cuenta que no estoy solo un poco, sino que bastante mareado. Después de todo eran las 10:30 de la mañana y mucho desayuno no había tomado. Aquí cagué – dije. Empecé a tirar unas tomas y sentía todo fuera de foco y movido. Por suerte cuando volví al barco a editar me di cuenta que por algún milagro atribuible a no sé quien las tomas estaban dignas.
Hace un tiempo que el capitán tenía ganas de no ir al Glaciar Brujo, sino que a una playa para hacer una caminata. Lo lógico era ir antes, reconocer terreno y después bajar a los pasajero. Bueno, el asunto es que yo estaba haciendo ejercicio en mi cabina cuando de repente veo que están bajando los botes. Me puse la ropa de trabajo de vuelta y fui a tomar la cámara. Este era mi prueba, así lo sentía. Grabar mejor en un lugar donde voy cada semana no tiene gracia, pero si he mejorado mi nivel haciendo cámara sólo podía ser comprobado haciendo tomas en un lugar completmente nuevo. Este era mi momento. En el desembarco agarré una tonina en medio del encuadre saltando. Fue pura suerte, pero quedó una toma muy bonita. Había algo de sol, pero muchas nubes lo que daba una luz pésima. Al desembarcar nos dimos cuenta que la playa era de piedras y muy resbalosa. Los viejos hacían malabares por no caerse. Yo también y aunque no tenga riesgo de romperme la cadera no tengo ninguna intención de echarme la cámara. Partí haciendo unas tomas entretenidas tratando de anticiparme a la acción. El lugar de la playa es espectacular, esta al lado de un tremendo bosque y atrás se ven caer unos glaciar. A medida caminamos traté de desviarme del camino. Era la primera vez que ahí baja alguien. Salvo quizás algún alacalufe en algún momento. Empecé a imaginar que yo podía ser la primera persona que pisaba en ese lugar y lo encontré fascinante. Al rato entraron unas nubes y se desató el temporal. El delirio del capitán nos estaba complicando a todos. Yo no sé como los viejos no se cayeron. Con lluvia no pude grabar nada decente. Luego en la editora llegué a la siguiente conclusión: con condiciones de tiempo normales estoy haciendo mejor cámara, pero con lluvia todavía me falta mucho.
Hoy, justo a los dos meses, pasaron cosas en mi vida allá en el norte y me dieron muchas ganas de no estar acá. Primero estaba de cumpleaños mi amiga Melissa, segundo daban Rebotes en el Festival de Cine de Viña. Durante la cena me quedé pegado viendo el reloj y cuando dieron las nueve pensé que había empezado la exhibición. Luego vino la muestra de mi video acá al terminar eran las 10:24 pensé que quizás en Viña debería estar terminando.
Volví a la oficina, puse Rebotes y me vi el plano secuencia final. Me dio mucha pena, sentí que no estaba donde debía estar, que no tenía nadie con quien compartir lo que me pasaba. Andaba achacado cuando en eso llegan Pinda y Felipe a la oficina a pedir que viera si había unos dvds de animé se veían bien. Al final nos quedamos conversando media hora y me sentí mucho mejor. Definitivamente me arreglaron el ánimo. Fue bueno sentir eso, sentir que en parte son mi nueva familia.

Día 62

En la mañana bajamos al glaciar Bernal y al poco llegar se puso a nevar. Fue muy entretenido, aparte que la nieve no te jode para grabar como la lluvia, sólo da frío y creo hice unas tomas entretenidas al estilo de Kurosawa. En la tarde edité muy rápido y dejé el dvd haciéndose, me pegue una siesta y al volver a la oficina de acerca Pinda y Óscar y me dicen: “¿supiste lo que pasó?” “¿Qué onda?” un pasajera alérgica al gluten había comido dulces y estaba pa’l gato, así que tuvieron que acelerar el regreso a Puerto Natales. Mi compañero estaba en su cabina y me dijo que el doctor comentó que con lo que había en el barco podía estabilizarla hasta las 8 y el barco iba llegar al muelle a esa hora. Así que le pusieron chala y volvimos. Por suerte a medida que avanzaba el barco fue mejorando, pero en la noche el doc comentó que en un momento pensó que la viejita se le moría ahí. De hecho, tenía preparada una inyección de adrenalina por si le daba un paro caridiaco para revivirla al más puro estilo Pulp Fiction. Por suerte todo salió bien.
Ya llegando a Natales aproveché de llamar a la gente y la primera que llamé fue a la Carola que me recibió con un notición: “Quedamos en Fidocs”. Me puse a saltar en la popa del barco diciendo ¡la hicimos, la hicimos! Pensando que habíamos quedado en el festival que más ganas tenía de quedar. Otra vez en el Hoyts de la Reina. Estaba feliz, muy feliz… hasta que pensé que no tenía a nadie con quien compartirlo y esta felicidad se empezó a teñir con melancolía. Justo en ese momento los tripulantes estaban preparándose para la maniobra de atraque. El Álvaro me preguntó: “¿Qué pasa perrín, te dijeron que vas a ser papá?”.
Después me tuve que enchular para la cena de gala y luego de las palabras del capitán me tomé la champaña y luego pasaron con el vino. “Esta noche voy a celebrar”, me dije. Me sirvieron un Marqués de Casa Concha. Me tomé la copa y luego llegó otro y otro y otro. Mientras me mantenga compuesto, no hay problemas, pero para mis adentros cantaba: “Ohhh, Rebotes va al fidocs, va al fidocs, va al fidocs, Rebotes va al Fidocs”

Página web de los periodistas españoles:

www.ruta-imperios.com

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Todavía recuerdo cuando me agarrabas el micrófono...

4:49 PM  

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