Patagonia Blues
9366 millas náuticas
9eno viaje
ver fotos en: http://www.flickr.com/photos/63568587@N00/
Día 64
La llegada de pasajeros fue extremadamente sorpresiva. Estaba esperando que pasaran los cabros que acarreaban maletas para ir al quincho cuando veo una cara conocida. Era un loco de la escuela que está trabajando en el Merculo y lo mandaron a hacer un reportaje acá. “Hace un tiempo jugábamos en la copa del Rey en la cancha de Gómez Millas y nos vinimos a encontrar acá”. Lo otro bueno es que viene una niña que es la relacionadora pública de la empresa y tiene 25. Además viene un tipo de la oficina de Santiago que tiene como mi edad. ¡Al fin gente joven!
En la cena me volaron de la mesa del capitán porque habían muchos periodistas. Me quedé con Marcelo y Jean Luc (otro día contaré porque le dicen Jean Luc). De repente nos ponemos hablar de los turnos y Marcelo me pregunta a que hora me despierto: “A las 7” contesto. “¿y a qué hora quedan desocupados?” “Como a las 12” ¿Tienen tiempo para una siesta?” A veces los domingos. Se puso a sacar cuentas y dio con una cifra lapidaria. “Entonces trabajas como 17 horas…” Wow… nunca lo había visto de esa manera. Bueno no es que trabaje todas esas horas, pero estoy en posición de trabajo. Escribo como media hora y duermo las 6 horas y medias restantes.
Después de la cena me puse a conversar con mi ex – ayudado (jajajaja, otro factor gracioso) y con la niña de relaciones públicas que después de mirarla la encontré bastante bonita (si… es un eufemismos, pero ¡que va! Yo me doy festines de eufemismos, a veces es mejor que enfrentar dos veces las cosas: si ya lo hacemos en la realidad, para que recrearlo del mismo modo con el lenguaje). Después me acordé de una conversación con mi compañero que tiene el lema de que no hay mujeres feas, sino que copetes suaves. El asunto es que me pillé en Natales mirando mina que en ninguna otra circunstancia forzaría mis músculos del cuello para verla. Eso me ha llevado a tener una teoría de equivalencias. Si puede ser comprobada científicamente yo creo que puedo pelear el Nóbel. Una piscola es equivalente a un mes embarcado. Ergo, si a esta chica la encuentro atractiva me parece que es equivalente a dos piscolas… ¡oh Díos mío! Que pasará conmigo en Mayo.
Día 65
Me desperté con ganas hoy. Me pasa una cosa las dos veces que vienen periodistas. Es muy estúpido, se racionalmente que es estúpido pero no puedo evitarlo. Trató de trabajar más y mejor para que piensen que soy bueno. No me preocupo de hacer las tomas bien, sino que estoy pensando en tener que demostrarles que puedo hacer la pega bien. Yo sé que lo hago bien, empero me entrampo en estos juegos mentales. Este viaje tiene dos bonus: el fotógrafo de El Mercurio es seco. Lo ubicaba porque hace fotos deportivas y saca fotos de los más beyer (término que se usa en el barco por la gente joven: equivalente a groso, bacán, excelente), además como viene un ex ayudantado de alguna forma tengo que mostrarle que soy alguien competente en las cosas que le enseñé. De hecho, cuando llegó como a modo de disculpas cuando le expliqué la pega le dije: “no me pidas que aplique el eje de acción”. El asunto es que estaba tan preocupado de parecer alguien bueno que me desconecté completamente de mis sensaciones y no estaba haciendo bien mi pega. Cuando me di cuenta empezó a soplar un viento imposible y no era mucho lo que se podía hacer salvo asegurarse que la cámara no se volará, ya que si dejaba el trípode solo un segundo se lo iba a llevar el viento del Lago Nordenskjöld.
Ahora la sección favorita de los niños: pelando a los pasajeros. Una pareja viene en luna de miel; él es ingeniero, ella es paraguaya. Una española le pidió a ella que le sacara una foto y yo estaba al lado. Ela tomó la cámara y no podía sacar la foto, me acerqué donde estaba la ciudadana del país de Chilavert y le pregunté que le pasaba. “No sé ve nada por el visor, sólo me veo a mi misma, pero al revés”. Me pareció algo muy extraño. Tomé la cámara y le saqué la foto a la española. Luego le dije: “hay que poner el ojo sobre el visor, sino refleja tu imagen”.
Día 66
Me carga el glaciar Amalia. Siempre está lloviendo y no tiene mucha gracia, al final la grabación consiste en mostrar gente y como estamos dentro del barco no se le puede dar mucho contexto, así que nunca sale bueno de ahí. Este viaje vinieron solamente dos gringos y mi compañero hace una charla sobre glaciación los domingos. Las suele hacer dos veces en inglés y español, pero dado que sólo habían dos hablantes de la lengua de Shakespeare me dijo si me podía sentar cerca de ellos e irles traduciendo simultáneamente. Ok, yo nunca he hecho eso, a lo más he traducido después de que otro habla inglés, aparte salvo lo que he aprendido en este viaje se bastante poco de glaciares y glaciación, pero bueno en parte conseguí esta pega vendiendo la pomada que yo hablaba muy bien inglés.
Como el fomingo no hay mucha edición me puse a estudiar los textos y buscar las palabras técnicas que podía necesitar. Cuando llegó la hora me senté con el matrimonio de gringos y comencé… comencé a dar jugo. Es muy difícil traducir inmediatamente, de repente me pillaba hablando y pensaba “hueón, esa palabra que acabas de decir no existe en inglés”. De repente mi compañero se largaba y no podía parar y yo trataba de gesticular para darme a entender. Lost in translation. De todos modos los gringos me agradecieron mucho y dijeron que habían entendido todo. Es probable que hayan entendido, ahora ¿qué diablos entendieron? Eso no lo sé. Después de hablar como 45 minutos quedé con las cuerdas vocales adoloridas. Es lo mismo que me pasaba después de las vacaciones cuando me junto con amigos a contar mis “aventuras” y se produce porque no estoy acostumbrado a hablar tanto rato.
Justo cuando terminaba la charla íbamos llegando al fiordo Antrim. Llovía un poco, pero cuando nos fuimos adentrando en los bosques empezó a salir el sol. Me volví loco tratando de hacer tomas lindas con el sol de las 8 de la tarde. En un momento me paré en la proa, respiré profundo miré a mi alrededor y dije: “en este instante soy feliz”.
Lo curioso de este viaje es que estoy en una mesa con gente joven. De hecho el más viejo es mi compañero (44). Es probablemente la única vez que me pase eso en la temporada. Nos pusimos a hablar de música y mi compañero estaba muy fuera de onda. Bueno, una vez que le toque a él, porque normalmente yo estoy desenchufado entre tantos viejos.
Día 67
Me desperté más temprano que de costumbre para salir a cubierta y poder hacer una toma del glaciar Pío XI completo, ya que fondeamos muy cerca de el, así que solo se ve un trocito. Sin embargo, todo lo que se veía era una densa neblina. Ufff, ese iba a ser un lindo día de grabación. Sin embargo, cuando salimos en el bote empezó a aclarar cuál día de playa tuvimos un día magnifico. Hubo tanto sol que hasta me quemé un poco. Aparte el bote fue muy entretenido, ya el Álvaro fue manejando el bote, iba el camarógrafo fe Costa Rica, mi compañero y Lenny Kravitz (fotógrafo de El Mercurio que se está joteando muy bien a la niña linda. El tipo tiene mucho bla bla, habilidad que todavía no he podido desarrollar). Llegó un momento en que no teníamos nada que hacer, hacía sol así que nos echamos en el bote a disfrutar el glaciar. En la tarde mi compañero me pidió si podía hacer traducción de la charla de etnias nativas. Le dije que bueno ya. Esta vez anduve mejor y pude seguir al paso cuando hablaba, salvo que en un momento hablando de los Onas dice que solían comer ñandúes. ¿Ñandú? ¿cómo chucha se dice Ñandú? Por suerte pude reaccionar rápido y hablé de una avestruz chilena. La lata de las charlas los lunes es que estoy súper apretado con el tiempo para editar, entonces mi única chance para hacerla es volverme un poco antes de Puerto Edén. En todo caso, el día estaba maravilloso, me subí a la cubierta más alta para hacer tomas, pero en realidad lo que quería era disfrutar del día. Había 13 grados en Puerto Edén, pero se sentían como 26. Fue muy agradable el paseito.
En la noche fue la exhibición. Al ver el video lo vi sin chispa, como sin ganas. Me di cuenta que no tenía muchas ganas que y ame daba lata interactuar con la gente y que, en cierta forma, en este viaje lo que estaba haciendo una parte de mi era esperar que pasaran los días para volver a tierra. Pensé que una de mis metas el año pasado era estar en el fidocs. Si bien no es el mejor de los festivales, si es el único que se dedica sólo a los documentales. Era mi fiesta y no iba a poder estar. Eso me gatillo mucha pena, quería que me abrazaran, estar con mi gente… en fin, sentirme querido y saber que eso iba a pasar me echo pa’ abajo. Igual tuve hartos aplausos después de la muestra. Una señora me dijo: Tan tímido que te veía con la cámara que nunca esperé que iba a quedar tan bueno. Si, sigo siendo tan tímido como siempre y aunque esa sea la característica que tengo que más odio no he logrado sacármela de encima. En realidad me bajonié por puras hueás, pero de que me fui a acostar triste, me fui a acostar triste.
Día 68
En la mañana anduve bien cajoneado, haciendo todo de forma mecánica y con la cabeza en otro lado. Lo único que salvó fueron las toninas. Aparecieron muchas e incluso se paseaban entre los hielos. Hoy el Colo jugaba la semifinal de la Copa Sudamericana. Me había hecho la idea de tener que pegarme piques al puente de mando para ver si es que podían llamar a alguien por radio para ir dando el resultado. Con Suazo echábamos tallas que íbamos a ir a la Burbuja (el restaurant donde vamos siempre a ver el partido) a tomarnos un schop. Sin embargo, a eso de la media tarde alguien me dijo que la radio agarraba señal en la cubierta y que el partido era a las nueve y media. Mi cara cambió completamente.
Durante la cena me arranque para ver si el partido había empezado, pero todavía faltaba un poco. Después de comer había que mostrar el video, pero no me dirigí al bar, sino que me fui a la popa donde estaban como 6 personas rodeando una radio. “Este es el nuevo plasma con Direct TV”, decían. Se trataba de una radio Phillips color metálico que al menos tenía 20 años. Como las ondas de radio eran tan débiles no pescaba bajo techo, sino que había que colgarla hacia fuera y mantenerla amarrada con un cabo. Escuchar el relato fue hermoso. Apenas se podía entender, pero ahí estaba informándonos de que pasaba con un partido en un lugar tan, pero tan recóndito. Iban cinco minutos de juego y dentro de la voz apenas inteligible se escucha un “Gol de Colo Colo”. Nos pusimos a saltar en la cubierta y a abrazarnos. 30 segundos después alguien que estaba atento a la radio dijo: “no hueón, lo anularon, Alexis Sánchez estaba off side”. Todo de nuevo. Mi compañero me pregunta a que hora iba a pasar el video: “En el entretiempo, total dura 15 minutos”. Era sólo una broma, fue al bar a ponerle play y quedé lo más atrás posible, como esperando que terminara para poder arrancar. Cuando volví a la popa el Colo ya ganaba uno a cero. Se había puesto a llover y hacía frío y costaba mucho seguir el partido. En cierto modo hacíamos una guardia para esperar el relator gritara gol y ver de que equipo era. Pero al mismo tiempo era maravilloso.
Para el segundo tiempo la recepción empeoró. A medida que navegábamos las tenues ondas aparecían y desaparecían. Quien estaba cerca de la radio movía el dial y movía la antena. Habían tres radios dando el partido las cuales íbamos siguiendo cuando la anterior perdía recepción. En un momento sintonizamos una radio argentina… ¡El partido! Gritábamos para nuestros adentros. Promediando el segundo tiempo sonaba entre el ruido del motor y el viento la voz de Vladimiro Mimica. Dice que han bajado a Matías Fernández y que nos preparemos para escuchar un gol. 25 metros cargado hacia la derecha. Parecido al tiro libre del Coto Sierra contra Camerún en el Mundial. El Mati pone las manos en sus hombros y mira confiado sobre la barrera. El arquero pega un par de saltos que reflejan sus nerviosismo. El árbitro pita, el “Divino toma vuelo y pone una pelota con una comba envenenada sobre la barrera. El arquero se tira hacia el palo derecho y se estira para tratar de sacar la pelota, pero el colocolino le puso mucha fuerza y la pelota rompe las redes. ¡Colo Colo a la final, Colo Colo a la final! Fue un golazo. No tengo idea si fue realmente así, pero ha sido uno de los goles más bonitos que he visto en mi vida. Nos abrazamos en cubierta y me dieron muchas ganas de llorar de emoción. Recordé esa semifinal del 91 contra Boca Juniors cuando toda mi casa se había dormido y yo me mantuve con la tele prendida. El 3 a 1 de Barticciotto cuando estiro su pierna más de lo que la biología lo permite para meterla en el arco de Navarro Montoya. Yo salté de mi cama y también grité “Colo Colo a la final, Colo Colo a la final.” Segundos después escuché el vozarrón de mi padre gritando: “cállate hueón, deja dormir”.
El resto del partido fue un baile. Toluca necesitaba 5 goles para clasificar, así que la gente se fue retirando porque era un trámite, de todos modos yo quería escuchar el final del partido. Así en algún canal perdidísimo en Magallanes un grupo de tripulantes de un crucero nos fuimos a dormir felices.
Día 69
El día fue fome. En realidad no paso nada relevante. En el momento del brindis durante la cena del capitán me acerqué a mi compañero y le dije: “ya van 9 abajo, faltan 21”. A pesar que había gente joven, me dio lata juntarme con ellos durante el bailoteo. En realidad no tenía nada que hacer de pega, pero no tenía ganas de socializar. Not my party. Así que me metí a la barra y me puse a conversar con Mario mientras preparaba copetes. Me contó su vida, en que había trabajado antes y yo lo escuchaba y de repente cuando alguien pedía ron cola, le echaba la Coca Cola. Yo sé que no voy a pasar toda mi vida en esto, por lo que creo que tengo que hacer aprender todo lo que pueda, ya que puede que me estén pagando muy bien, pero los costos de este posgrado en la universidad de la vida también son altos.
9eno viaje
ver fotos en: http://www.flickr.com/photos/63568587@N00/
Día 64
La llegada de pasajeros fue extremadamente sorpresiva. Estaba esperando que pasaran los cabros que acarreaban maletas para ir al quincho cuando veo una cara conocida. Era un loco de la escuela que está trabajando en el Merculo y lo mandaron a hacer un reportaje acá. “Hace un tiempo jugábamos en la copa del Rey en la cancha de Gómez Millas y nos vinimos a encontrar acá”. Lo otro bueno es que viene una niña que es la relacionadora pública de la empresa y tiene 25. Además viene un tipo de la oficina de Santiago que tiene como mi edad. ¡Al fin gente joven!
En la cena me volaron de la mesa del capitán porque habían muchos periodistas. Me quedé con Marcelo y Jean Luc (otro día contaré porque le dicen Jean Luc). De repente nos ponemos hablar de los turnos y Marcelo me pregunta a que hora me despierto: “A las 7” contesto. “¿y a qué hora quedan desocupados?” “Como a las 12” ¿Tienen tiempo para una siesta?” A veces los domingos. Se puso a sacar cuentas y dio con una cifra lapidaria. “Entonces trabajas como 17 horas…” Wow… nunca lo había visto de esa manera. Bueno no es que trabaje todas esas horas, pero estoy en posición de trabajo. Escribo como media hora y duermo las 6 horas y medias restantes.
Después de la cena me puse a conversar con mi ex – ayudado (jajajaja, otro factor gracioso) y con la niña de relaciones públicas que después de mirarla la encontré bastante bonita (si… es un eufemismos, pero ¡que va! Yo me doy festines de eufemismos, a veces es mejor que enfrentar dos veces las cosas: si ya lo hacemos en la realidad, para que recrearlo del mismo modo con el lenguaje). Después me acordé de una conversación con mi compañero que tiene el lema de que no hay mujeres feas, sino que copetes suaves. El asunto es que me pillé en Natales mirando mina que en ninguna otra circunstancia forzaría mis músculos del cuello para verla. Eso me ha llevado a tener una teoría de equivalencias. Si puede ser comprobada científicamente yo creo que puedo pelear el Nóbel. Una piscola es equivalente a un mes embarcado. Ergo, si a esta chica la encuentro atractiva me parece que es equivalente a dos piscolas… ¡oh Díos mío! Que pasará conmigo en Mayo.
Día 65
Me desperté con ganas hoy. Me pasa una cosa las dos veces que vienen periodistas. Es muy estúpido, se racionalmente que es estúpido pero no puedo evitarlo. Trató de trabajar más y mejor para que piensen que soy bueno. No me preocupo de hacer las tomas bien, sino que estoy pensando en tener que demostrarles que puedo hacer la pega bien. Yo sé que lo hago bien, empero me entrampo en estos juegos mentales. Este viaje tiene dos bonus: el fotógrafo de El Mercurio es seco. Lo ubicaba porque hace fotos deportivas y saca fotos de los más beyer (término que se usa en el barco por la gente joven: equivalente a groso, bacán, excelente), además como viene un ex ayudantado de alguna forma tengo que mostrarle que soy alguien competente en las cosas que le enseñé. De hecho, cuando llegó como a modo de disculpas cuando le expliqué la pega le dije: “no me pidas que aplique el eje de acción”. El asunto es que estaba tan preocupado de parecer alguien bueno que me desconecté completamente de mis sensaciones y no estaba haciendo bien mi pega. Cuando me di cuenta empezó a soplar un viento imposible y no era mucho lo que se podía hacer salvo asegurarse que la cámara no se volará, ya que si dejaba el trípode solo un segundo se lo iba a llevar el viento del Lago Nordenskjöld.
Ahora la sección favorita de los niños: pelando a los pasajeros. Una pareja viene en luna de miel; él es ingeniero, ella es paraguaya. Una española le pidió a ella que le sacara una foto y yo estaba al lado. Ela tomó la cámara y no podía sacar la foto, me acerqué donde estaba la ciudadana del país de Chilavert y le pregunté que le pasaba. “No sé ve nada por el visor, sólo me veo a mi misma, pero al revés”. Me pareció algo muy extraño. Tomé la cámara y le saqué la foto a la española. Luego le dije: “hay que poner el ojo sobre el visor, sino refleja tu imagen”.
Día 66
Me carga el glaciar Amalia. Siempre está lloviendo y no tiene mucha gracia, al final la grabación consiste en mostrar gente y como estamos dentro del barco no se le puede dar mucho contexto, así que nunca sale bueno de ahí. Este viaje vinieron solamente dos gringos y mi compañero hace una charla sobre glaciación los domingos. Las suele hacer dos veces en inglés y español, pero dado que sólo habían dos hablantes de la lengua de Shakespeare me dijo si me podía sentar cerca de ellos e irles traduciendo simultáneamente. Ok, yo nunca he hecho eso, a lo más he traducido después de que otro habla inglés, aparte salvo lo que he aprendido en este viaje se bastante poco de glaciares y glaciación, pero bueno en parte conseguí esta pega vendiendo la pomada que yo hablaba muy bien inglés.
Como el fomingo no hay mucha edición me puse a estudiar los textos y buscar las palabras técnicas que podía necesitar. Cuando llegó la hora me senté con el matrimonio de gringos y comencé… comencé a dar jugo. Es muy difícil traducir inmediatamente, de repente me pillaba hablando y pensaba “hueón, esa palabra que acabas de decir no existe en inglés”. De repente mi compañero se largaba y no podía parar y yo trataba de gesticular para darme a entender. Lost in translation. De todos modos los gringos me agradecieron mucho y dijeron que habían entendido todo. Es probable que hayan entendido, ahora ¿qué diablos entendieron? Eso no lo sé. Después de hablar como 45 minutos quedé con las cuerdas vocales adoloridas. Es lo mismo que me pasaba después de las vacaciones cuando me junto con amigos a contar mis “aventuras” y se produce porque no estoy acostumbrado a hablar tanto rato.
Justo cuando terminaba la charla íbamos llegando al fiordo Antrim. Llovía un poco, pero cuando nos fuimos adentrando en los bosques empezó a salir el sol. Me volví loco tratando de hacer tomas lindas con el sol de las 8 de la tarde. En un momento me paré en la proa, respiré profundo miré a mi alrededor y dije: “en este instante soy feliz”.
Lo curioso de este viaje es que estoy en una mesa con gente joven. De hecho el más viejo es mi compañero (44). Es probablemente la única vez que me pase eso en la temporada. Nos pusimos a hablar de música y mi compañero estaba muy fuera de onda. Bueno, una vez que le toque a él, porque normalmente yo estoy desenchufado entre tantos viejos.
Día 67
Me desperté más temprano que de costumbre para salir a cubierta y poder hacer una toma del glaciar Pío XI completo, ya que fondeamos muy cerca de el, así que solo se ve un trocito. Sin embargo, todo lo que se veía era una densa neblina. Ufff, ese iba a ser un lindo día de grabación. Sin embargo, cuando salimos en el bote empezó a aclarar cuál día de playa tuvimos un día magnifico. Hubo tanto sol que hasta me quemé un poco. Aparte el bote fue muy entretenido, ya el Álvaro fue manejando el bote, iba el camarógrafo fe Costa Rica, mi compañero y Lenny Kravitz (fotógrafo de El Mercurio que se está joteando muy bien a la niña linda. El tipo tiene mucho bla bla, habilidad que todavía no he podido desarrollar). Llegó un momento en que no teníamos nada que hacer, hacía sol así que nos echamos en el bote a disfrutar el glaciar. En la tarde mi compañero me pidió si podía hacer traducción de la charla de etnias nativas. Le dije que bueno ya. Esta vez anduve mejor y pude seguir al paso cuando hablaba, salvo que en un momento hablando de los Onas dice que solían comer ñandúes. ¿Ñandú? ¿cómo chucha se dice Ñandú? Por suerte pude reaccionar rápido y hablé de una avestruz chilena. La lata de las charlas los lunes es que estoy súper apretado con el tiempo para editar, entonces mi única chance para hacerla es volverme un poco antes de Puerto Edén. En todo caso, el día estaba maravilloso, me subí a la cubierta más alta para hacer tomas, pero en realidad lo que quería era disfrutar del día. Había 13 grados en Puerto Edén, pero se sentían como 26. Fue muy agradable el paseito.
En la noche fue la exhibición. Al ver el video lo vi sin chispa, como sin ganas. Me di cuenta que no tenía muchas ganas que y ame daba lata interactuar con la gente y que, en cierta forma, en este viaje lo que estaba haciendo una parte de mi era esperar que pasaran los días para volver a tierra. Pensé que una de mis metas el año pasado era estar en el fidocs. Si bien no es el mejor de los festivales, si es el único que se dedica sólo a los documentales. Era mi fiesta y no iba a poder estar. Eso me gatillo mucha pena, quería que me abrazaran, estar con mi gente… en fin, sentirme querido y saber que eso iba a pasar me echo pa’ abajo. Igual tuve hartos aplausos después de la muestra. Una señora me dijo: Tan tímido que te veía con la cámara que nunca esperé que iba a quedar tan bueno. Si, sigo siendo tan tímido como siempre y aunque esa sea la característica que tengo que más odio no he logrado sacármela de encima. En realidad me bajonié por puras hueás, pero de que me fui a acostar triste, me fui a acostar triste.
Día 68
En la mañana anduve bien cajoneado, haciendo todo de forma mecánica y con la cabeza en otro lado. Lo único que salvó fueron las toninas. Aparecieron muchas e incluso se paseaban entre los hielos. Hoy el Colo jugaba la semifinal de la Copa Sudamericana. Me había hecho la idea de tener que pegarme piques al puente de mando para ver si es que podían llamar a alguien por radio para ir dando el resultado. Con Suazo echábamos tallas que íbamos a ir a la Burbuja (el restaurant donde vamos siempre a ver el partido) a tomarnos un schop. Sin embargo, a eso de la media tarde alguien me dijo que la radio agarraba señal en la cubierta y que el partido era a las nueve y media. Mi cara cambió completamente.
Durante la cena me arranque para ver si el partido había empezado, pero todavía faltaba un poco. Después de comer había que mostrar el video, pero no me dirigí al bar, sino que me fui a la popa donde estaban como 6 personas rodeando una radio. “Este es el nuevo plasma con Direct TV”, decían. Se trataba de una radio Phillips color metálico que al menos tenía 20 años. Como las ondas de radio eran tan débiles no pescaba bajo techo, sino que había que colgarla hacia fuera y mantenerla amarrada con un cabo. Escuchar el relato fue hermoso. Apenas se podía entender, pero ahí estaba informándonos de que pasaba con un partido en un lugar tan, pero tan recóndito. Iban cinco minutos de juego y dentro de la voz apenas inteligible se escucha un “Gol de Colo Colo”. Nos pusimos a saltar en la cubierta y a abrazarnos. 30 segundos después alguien que estaba atento a la radio dijo: “no hueón, lo anularon, Alexis Sánchez estaba off side”. Todo de nuevo. Mi compañero me pregunta a que hora iba a pasar el video: “En el entretiempo, total dura 15 minutos”. Era sólo una broma, fue al bar a ponerle play y quedé lo más atrás posible, como esperando que terminara para poder arrancar. Cuando volví a la popa el Colo ya ganaba uno a cero. Se había puesto a llover y hacía frío y costaba mucho seguir el partido. En cierto modo hacíamos una guardia para esperar el relator gritara gol y ver de que equipo era. Pero al mismo tiempo era maravilloso.
Para el segundo tiempo la recepción empeoró. A medida que navegábamos las tenues ondas aparecían y desaparecían. Quien estaba cerca de la radio movía el dial y movía la antena. Habían tres radios dando el partido las cuales íbamos siguiendo cuando la anterior perdía recepción. En un momento sintonizamos una radio argentina… ¡El partido! Gritábamos para nuestros adentros. Promediando el segundo tiempo sonaba entre el ruido del motor y el viento la voz de Vladimiro Mimica. Dice que han bajado a Matías Fernández y que nos preparemos para escuchar un gol. 25 metros cargado hacia la derecha. Parecido al tiro libre del Coto Sierra contra Camerún en el Mundial. El Mati pone las manos en sus hombros y mira confiado sobre la barrera. El arquero pega un par de saltos que reflejan sus nerviosismo. El árbitro pita, el “Divino toma vuelo y pone una pelota con una comba envenenada sobre la barrera. El arquero se tira hacia el palo derecho y se estira para tratar de sacar la pelota, pero el colocolino le puso mucha fuerza y la pelota rompe las redes. ¡Colo Colo a la final, Colo Colo a la final! Fue un golazo. No tengo idea si fue realmente así, pero ha sido uno de los goles más bonitos que he visto en mi vida. Nos abrazamos en cubierta y me dieron muchas ganas de llorar de emoción. Recordé esa semifinal del 91 contra Boca Juniors cuando toda mi casa se había dormido y yo me mantuve con la tele prendida. El 3 a 1 de Barticciotto cuando estiro su pierna más de lo que la biología lo permite para meterla en el arco de Navarro Montoya. Yo salté de mi cama y también grité “Colo Colo a la final, Colo Colo a la final.” Segundos después escuché el vozarrón de mi padre gritando: “cállate hueón, deja dormir”.
El resto del partido fue un baile. Toluca necesitaba 5 goles para clasificar, así que la gente se fue retirando porque era un trámite, de todos modos yo quería escuchar el final del partido. Así en algún canal perdidísimo en Magallanes un grupo de tripulantes de un crucero nos fuimos a dormir felices.
Día 69
El día fue fome. En realidad no paso nada relevante. En el momento del brindis durante la cena del capitán me acerqué a mi compañero y le dije: “ya van 9 abajo, faltan 21”. A pesar que había gente joven, me dio lata juntarme con ellos durante el bailoteo. En realidad no tenía nada que hacer de pega, pero no tenía ganas de socializar. Not my party. Así que me metí a la barra y me puse a conversar con Mario mientras preparaba copetes. Me contó su vida, en que había trabajado antes y yo lo escuchaba y de repente cuando alguien pedía ron cola, le echaba la Coca Cola. Yo sé que no voy a pasar toda mi vida en esto, por lo que creo que tengo que hacer aprender todo lo que pueda, ya que puede que me estén pagando muy bien, pero los costos de este posgrado en la universidad de la vida también son altos.
1 Comments:
nada más que felicidades !!!
eh eh eh
haga sus saluces con hielos eternos, ya vendrán los otros.
siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
me siento orgullosa.
besos a la carola.
no tenia su fono pa llamarla.
siiiiiiiiiiiiiiii
que alegria por udssssssssssssss!
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