Y ya cayó...
1202 millas náuticas
Día 85
Cómo hoy es feriado, ayer había que aprovechar para salir a carretear, ya que probablemente es la única oportunidad que tendremos víspera de feriado en tierra de lo que queda de la temporada. Óscar me había estado empezar a decir Ronaldinho, ya que siempre le hacía la bicicleta, es decir le decía que iba a carretear y al final terminaba calado. Pero hoy no, iba a salir a la night y no sólo eso, además íbamos a ir a una disco. Había unos periodistas del canal de Punta Arenas entrevistando al capitán. Por esas cosas extrañas de la pega yo tengo que estar aún cuando no haga o diga absolutamente nada. Como el capi quería impresionar a los reporteros sacó el whisky de 21 años y empezó a repartirlo. No le dije que no y me tomé un par. Total, acá me dan trago gratis. Tipo 12 de la noche cuando el capitán puso a ver a los periodistas el video institucional me arranqué descaradamente. Un poco enmierdao llamé a Pinda y quedamos de juntarnos en la plaza, ahí nos prendimos su resto. Luego nos juntamos con Óscar quien es el que se sabe todas las movidas natalinas. Según él, todas las minas ricas de Natales iban a ir a la disco Groove. La otra opción era ir a la Milodón. Claramente elegimos la primera. Pero antes pasamos al Chill-e a tomarnos un trago. Y después emprendimos rumbo a “Groove discoteque”. Ok, como lo deben saber a mi me carga ir a bailar y menos en una disco, pero hay veces que uno tiene que salir a trabajar y cuando uno trabaja se pone el casco de obrero (o la pintura de guerra, valga la metáfora que ustedes prefieran) y a darle con la picota sin reclamar.
En Santiago había ido un par de meses antes de partir a la Blondie. Esto era muy distinto. Tenía ciertas similitudes con la disco Ex – tación de Combarbalá (notable local nocturno, si van por esas desaoladas tierras se las recomiendo). Al entrar nos dimos cuenta que habían puros cabros chicos, eran todos escolares de vacaciones. Mis compañeros (que tienen 20) me dijeron que se sentían viejos. Yo ya estaba arriba de la pelota así que me dio lo mismo. En eso me saluda la reina de Puerto Natales (viajó hace un par de semanas en el barco) y me mete conversa. Voy a buscar unas chelas y a la vuelta se ponen a tocar Atrévete – te, así que saqué a bailar a la Reina. Óscar se puso a bailar con la amiga gordita de la reina. Pasaron otros hits de reggeaton y otros tipos de música y seguía con la reina, pero como que ella se hacía la interesante, miraba para otro lado. Bueno, ella sabe que es la reina y que puede hacerse la linda (de hecho es bonita, aunque nada espectacular). Sin embargo el reloj marcaba las 2 de la mañana y no pasaba nada de nada. Así que tuve que despedirme y buscar por otro lado. Es triste, pero todo lo que le puedo ofrecer a una chica natalina es un par de horas de sexo y lujuria... Ni siquiera una noche, ya que a las 4 tengo que estar de vuelta en el barco. Bueno, por eso es porque parte importante de la tripulación acude cada vez con más frecuencia al recurso fácil. El resto del tiempo nadie me pescó. Parece que no soy del gusto patagónico. Sin embargo, bailé cumbia villera (que es la música que se lleva por estas latitudes) con unas chicas. A las 3:30 tomábamos taxi y a las 3:45 nos quedamos conversando en la cubierta del barco cuando también llegó Jorge y empezamos a echar al talla. En eso llegó Suazo que estaba de guardia (los marinos rotan la guardia y es su deber informar sobre horas de llegada y si alguien llega pasado a huano) y nos dijo diplomáticamente que dejáramos de dar jugo, así que al camarote.
Al otro día me desperté muy descansado. Me hizo bien el carrete y con un par de gotas en los ojos pasé piola ante el piloto. Al mediodía llamé a mi casa. Hablé con mi mamá y le pregunté ¿Y está mi viejo por ahí?. “No, está en el Líder comprando cosas para tu celebración…” “¿mi celebración?” – inquirí. “Sip, invitamos a la Carola y a la Mari para celebrar el premio en el Fidocs”. Eso fue extraño. Es como que mi vida sigue en Santiago, pero yo no estoy. Mi madre me informa que voy a tener una celebración, pero estoy a 1500 millas náuticas de allá. Como era feriado no pasaba nada en Natales, igual me arranqué un rato. Parecía un pueblo fantasma, por suerte el cyber café estaba abierto. Luego vagué por las calles tratando de pasar la caña.
En la noche llamé a mi casa para saber como estaba mi celebración. La parrilla estaba prendida y se aprestaban a tirar unos salmones. Brindaban champagne y escuché como la copa golpeaba el premio (que es de vidrio). Mi vida en Santiago está resultando tal como la había planeado (ayer, además, me ofrecieron una pega que estaba buscando hace un tiempo); sin embargo, no estoy ahí.
Día 86
El Paine estuvo O.K. todo muy normal, perturbadoramente normal considerando que me estoy acostumbrando a que esto sea mi cotidianeidad.
Día 87
¡Murió Pinocho!, ¡Murió Pinocho! Ni me enteré que estaba enfermo. Había grabado unas tomas de la llegada al fiordo Antrim y al bajar Álvaro está con una sonrisa y me dice: “Se murió Pinocho” Yo lo miro y le digo: “¿me estai hueveando?” No, en serio se murió como hace una hora y media. “¡Yaaaaaaa!” Pasaron unos pescadores a vender centolla (*, el otro día supe que está en veda, pero bueno, que le importa la ley al capitán) y ellos tenían radio y ahí llegó la noticia. Los camareros también estaban re’ contentos, pero parte de los oficiales tenían cara larga. Bueno, también mi compañero que es medio facho. En el bote grabé pésimamente mal, no atinaba a nada. Se murió Pinocho y yo en un fiordo en la isla Wellington sin poder saber, decir nada más. Me acordé de cuando tenía 6 años e íbamos llegando ya oscuros a mi casa en invierno. Veníamos del Almac de la Rotonda Atenas donde habíamos comprado velas y le pedíamos a mi mamá que se apurara para llegar a la casa. Ya se empezaban a escuchar algunos cacerolazos (ok. Es completamente ridículo cacerolazos en Las Condes…) Entramos corriendo a la cocina, sacamos un par de ollas y la empezamos a tocar al ritmo del “Y va a caer, y va a caer”. Al otro día putearon mucho a mi hermano porque había abollado una olla. Me acuerdo de uno de mis dos mejores recuerdos de infancia (no le tengo mucho cariño a ese periodo, en todo caso). El 6 de octubre de 1988; el día después del plebiscito. Salimos al centro a tocar la bocina y la tocamos tanto que se quedó pegada. Luego en mi barrio hicimos una caravana en bicicleta dando vueltas al pasaje, mientras los vecinos fachos nos miraban. Me acuerdo del sábado cuando volvía de Estoril donde había ido a jugar básquetbol y al prender la tele me entero que Pinocho estaba preso… y eso… de la parte de mi familia exiliada, de los hijos de ejecutados que conocí cuando hice un documental hace un par de años, de la señora que entrevistamos que había sido torturada y tantas cosas. Me acuerdo haber pensado hace un tiempo que era maldad sentirse contento cuando alguien se muriera, incluso tratándose de Pinocho. Pero no pensé en como me tenía que sentir, simplemente me nació. En la mesa el capitán defendió la obra de Pinochet diciendo que el país estaba en la miseria el 73 y todo lo que es Chile ahora se lo debemos al dictador. Bueno… Álvaro, yo y otros cabros de la tripulación disentimos radicalmente de la opinión del capitán. Así que el barco se puede transformar en un Potemkin. Por otro lado me dio tanta lata de estar acá en este momento. Sin tele, diarios, sin saber nada de nada salvo que Pinocho ya cayó definitivamente.
Día 88
Es increíble, a medida que pasan los meses los días empeoran. Hoy día me pegué una tremenda mojada. Había paseo en bote frente al glaciar Pío XI y cuando miré por la ventana de mi cabina se veía la lluvia. A pesar de ir con una buena parka (me gasté parte de mis ahorros antes de venirme en una Columbia), pantalones de agua, pasamontañas y bototos, terminé estilando. De hecho, el protector de la cámara tampoco resistió. Pasé como dos horas afuera, cuando nos acercamos al bote de los pasajeros (que es techado) nos dieron café y es el mejor café que he tomado en mi vida. Técnicamente no había mucho frío (9 grados, lo que acá es harto) pero la lluvia que era empujada por el viento del glaciar hacían todo imposible. En la tarde edité rápido y después Puerto Edén. En ese lugar hay señal de tele, la hice shorty grabando y subí de vuelta al barco para agarrar la cola de 6pm. No tuve mucha información sobre Pinocho, salvo que iba gente a verlo en la Escuela Militar. Santiago se veía tan caluroso. Los del 13 tenían una departamento frente a los milicos desde donde transmitían. Pinda vino a ver tele a la oficina y cuando hablaba el periodista yo le apuntaba con el dedo en la pantalla y decía: “Mira, por acá vivo…” Puta que estoy lejos. En la noche tocó mostrar el video. Estaba horrible, fue una tortura. Es pésimo, malísimo tan, pero tan pelotudo. No soporto más verlo, me siento como Guido al final de 8 ½ (sino lo han visto, por favor véanlo). Cada vez me siento más desconcertado por que chucha estoy haciendo acá. Sin embargo, algo me dice que tengo que llegar hasta mayo. No sé porque, pero parece que tengo que hacerlo… Bueno, al menos pienso en una meta a corto plazo. En 3 días más voy a estar en una cama viendo tv cable.
Día 89
Día normal, no pasó mucho. Las cosas siguieron el curso que tienen que seguir. Tampoco tengo ganas de escribir.
Día 90
Perdió el Colo. Fue como un balde de agua fría.
Apenas tuve señal llamé a mi casa para saber algo de la muerte de Pinocho. Mi viejo me contestó y me dio los detalles políticos, las reacciones y todo eso. Al rato mi hermano mas pequeño (tiene 13 años) tomó el teléfono y me contó que estaba castigado. El domingo se arrancó y se fue a meter a una protesta a Plaza Italia. Dice que lo pasó la raja, pero cuando empezó a quedar la cagá con los guanacos (curioso, porque hay hartos de esos animalitos por acá también) tuvo que correr y tomar micro de vuelta a casa. Luego se fue a esconder a un lado y me dijo: “No le cuentes a mi vieja, pero ayer me fui a una protesta en La Moneda frente a la estatua de Allende”. Me contó que lo entrevistó la televisión peruana. “¿Qué les dijiste?” Pregunté aterrorizado por un potencial descalabro de nuestra imagen – país. “Que era bueno que se hubiera muerto un dictador fascista que nos reprisió por 17 años” “¿Reprisió? ¿Dijiste esa hueá?” “No hueón, tranquilo, si lo dije con buenas palabras”.
De ahí el partido del Colo, el primer tiempo me tuve que arrancar durante la cena. El segundo lo pude escuchar en la popa. Fue horrible el final. Después del segundo gol sólo me apoyé en la baranda viendo un claro entre las nubes escuchando radio agricultura. 15 años pasaron para llegar a una final, 15 años... y la perdieron. Así que no queda otra que pasar la rabia fondeado en la isla Focus.
(Al menos mañana me arranco a Punta Arenas… una lucecita entre tantos días nublados)
Día 85
Cómo hoy es feriado, ayer había que aprovechar para salir a carretear, ya que probablemente es la única oportunidad que tendremos víspera de feriado en tierra de lo que queda de la temporada. Óscar me había estado empezar a decir Ronaldinho, ya que siempre le hacía la bicicleta, es decir le decía que iba a carretear y al final terminaba calado. Pero hoy no, iba a salir a la night y no sólo eso, además íbamos a ir a una disco. Había unos periodistas del canal de Punta Arenas entrevistando al capitán. Por esas cosas extrañas de la pega yo tengo que estar aún cuando no haga o diga absolutamente nada. Como el capi quería impresionar a los reporteros sacó el whisky de 21 años y empezó a repartirlo. No le dije que no y me tomé un par. Total, acá me dan trago gratis. Tipo 12 de la noche cuando el capitán puso a ver a los periodistas el video institucional me arranqué descaradamente. Un poco enmierdao llamé a Pinda y quedamos de juntarnos en la plaza, ahí nos prendimos su resto. Luego nos juntamos con Óscar quien es el que se sabe todas las movidas natalinas. Según él, todas las minas ricas de Natales iban a ir a la disco Groove. La otra opción era ir a la Milodón. Claramente elegimos la primera. Pero antes pasamos al Chill-e a tomarnos un trago. Y después emprendimos rumbo a “Groove discoteque”. Ok, como lo deben saber a mi me carga ir a bailar y menos en una disco, pero hay veces que uno tiene que salir a trabajar y cuando uno trabaja se pone el casco de obrero (o la pintura de guerra, valga la metáfora que ustedes prefieran) y a darle con la picota sin reclamar.
En Santiago había ido un par de meses antes de partir a la Blondie. Esto era muy distinto. Tenía ciertas similitudes con la disco Ex – tación de Combarbalá (notable local nocturno, si van por esas desaoladas tierras se las recomiendo). Al entrar nos dimos cuenta que habían puros cabros chicos, eran todos escolares de vacaciones. Mis compañeros (que tienen 20) me dijeron que se sentían viejos. Yo ya estaba arriba de la pelota así que me dio lo mismo. En eso me saluda la reina de Puerto Natales (viajó hace un par de semanas en el barco) y me mete conversa. Voy a buscar unas chelas y a la vuelta se ponen a tocar Atrévete – te, así que saqué a bailar a la Reina. Óscar se puso a bailar con la amiga gordita de la reina. Pasaron otros hits de reggeaton y otros tipos de música y seguía con la reina, pero como que ella se hacía la interesante, miraba para otro lado. Bueno, ella sabe que es la reina y que puede hacerse la linda (de hecho es bonita, aunque nada espectacular). Sin embargo el reloj marcaba las 2 de la mañana y no pasaba nada de nada. Así que tuve que despedirme y buscar por otro lado. Es triste, pero todo lo que le puedo ofrecer a una chica natalina es un par de horas de sexo y lujuria... Ni siquiera una noche, ya que a las 4 tengo que estar de vuelta en el barco. Bueno, por eso es porque parte importante de la tripulación acude cada vez con más frecuencia al recurso fácil. El resto del tiempo nadie me pescó. Parece que no soy del gusto patagónico. Sin embargo, bailé cumbia villera (que es la música que se lleva por estas latitudes) con unas chicas. A las 3:30 tomábamos taxi y a las 3:45 nos quedamos conversando en la cubierta del barco cuando también llegó Jorge y empezamos a echar al talla. En eso llegó Suazo que estaba de guardia (los marinos rotan la guardia y es su deber informar sobre horas de llegada y si alguien llega pasado a huano) y nos dijo diplomáticamente que dejáramos de dar jugo, así que al camarote.
Al otro día me desperté muy descansado. Me hizo bien el carrete y con un par de gotas en los ojos pasé piola ante el piloto. Al mediodía llamé a mi casa. Hablé con mi mamá y le pregunté ¿Y está mi viejo por ahí?. “No, está en el Líder comprando cosas para tu celebración…” “¿mi celebración?” – inquirí. “Sip, invitamos a la Carola y a la Mari para celebrar el premio en el Fidocs”. Eso fue extraño. Es como que mi vida sigue en Santiago, pero yo no estoy. Mi madre me informa que voy a tener una celebración, pero estoy a 1500 millas náuticas de allá. Como era feriado no pasaba nada en Natales, igual me arranqué un rato. Parecía un pueblo fantasma, por suerte el cyber café estaba abierto. Luego vagué por las calles tratando de pasar la caña.
En la noche llamé a mi casa para saber como estaba mi celebración. La parrilla estaba prendida y se aprestaban a tirar unos salmones. Brindaban champagne y escuché como la copa golpeaba el premio (que es de vidrio). Mi vida en Santiago está resultando tal como la había planeado (ayer, además, me ofrecieron una pega que estaba buscando hace un tiempo); sin embargo, no estoy ahí.
Día 86
El Paine estuvo O.K. todo muy normal, perturbadoramente normal considerando que me estoy acostumbrando a que esto sea mi cotidianeidad.
Día 87
¡Murió Pinocho!, ¡Murió Pinocho! Ni me enteré que estaba enfermo. Había grabado unas tomas de la llegada al fiordo Antrim y al bajar Álvaro está con una sonrisa y me dice: “Se murió Pinocho” Yo lo miro y le digo: “¿me estai hueveando?” No, en serio se murió como hace una hora y media. “¡Yaaaaaaa!” Pasaron unos pescadores a vender centolla (*, el otro día supe que está en veda, pero bueno, que le importa la ley al capitán) y ellos tenían radio y ahí llegó la noticia. Los camareros también estaban re’ contentos, pero parte de los oficiales tenían cara larga. Bueno, también mi compañero que es medio facho. En el bote grabé pésimamente mal, no atinaba a nada. Se murió Pinocho y yo en un fiordo en la isla Wellington sin poder saber, decir nada más. Me acordé de cuando tenía 6 años e íbamos llegando ya oscuros a mi casa en invierno. Veníamos del Almac de la Rotonda Atenas donde habíamos comprado velas y le pedíamos a mi mamá que se apurara para llegar a la casa. Ya se empezaban a escuchar algunos cacerolazos (ok. Es completamente ridículo cacerolazos en Las Condes…) Entramos corriendo a la cocina, sacamos un par de ollas y la empezamos a tocar al ritmo del “Y va a caer, y va a caer”. Al otro día putearon mucho a mi hermano porque había abollado una olla. Me acuerdo de uno de mis dos mejores recuerdos de infancia (no le tengo mucho cariño a ese periodo, en todo caso). El 6 de octubre de 1988; el día después del plebiscito. Salimos al centro a tocar la bocina y la tocamos tanto que se quedó pegada. Luego en mi barrio hicimos una caravana en bicicleta dando vueltas al pasaje, mientras los vecinos fachos nos miraban. Me acuerdo del sábado cuando volvía de Estoril donde había ido a jugar básquetbol y al prender la tele me entero que Pinocho estaba preso… y eso… de la parte de mi familia exiliada, de los hijos de ejecutados que conocí cuando hice un documental hace un par de años, de la señora que entrevistamos que había sido torturada y tantas cosas. Me acuerdo haber pensado hace un tiempo que era maldad sentirse contento cuando alguien se muriera, incluso tratándose de Pinocho. Pero no pensé en como me tenía que sentir, simplemente me nació. En la mesa el capitán defendió la obra de Pinochet diciendo que el país estaba en la miseria el 73 y todo lo que es Chile ahora se lo debemos al dictador. Bueno… Álvaro, yo y otros cabros de la tripulación disentimos radicalmente de la opinión del capitán. Así que el barco se puede transformar en un Potemkin. Por otro lado me dio tanta lata de estar acá en este momento. Sin tele, diarios, sin saber nada de nada salvo que Pinocho ya cayó definitivamente.
Día 88
Es increíble, a medida que pasan los meses los días empeoran. Hoy día me pegué una tremenda mojada. Había paseo en bote frente al glaciar Pío XI y cuando miré por la ventana de mi cabina se veía la lluvia. A pesar de ir con una buena parka (me gasté parte de mis ahorros antes de venirme en una Columbia), pantalones de agua, pasamontañas y bototos, terminé estilando. De hecho, el protector de la cámara tampoco resistió. Pasé como dos horas afuera, cuando nos acercamos al bote de los pasajeros (que es techado) nos dieron café y es el mejor café que he tomado en mi vida. Técnicamente no había mucho frío (9 grados, lo que acá es harto) pero la lluvia que era empujada por el viento del glaciar hacían todo imposible. En la tarde edité rápido y después Puerto Edén. En ese lugar hay señal de tele, la hice shorty grabando y subí de vuelta al barco para agarrar la cola de 6pm. No tuve mucha información sobre Pinocho, salvo que iba gente a verlo en la Escuela Militar. Santiago se veía tan caluroso. Los del 13 tenían una departamento frente a los milicos desde donde transmitían. Pinda vino a ver tele a la oficina y cuando hablaba el periodista yo le apuntaba con el dedo en la pantalla y decía: “Mira, por acá vivo…” Puta que estoy lejos. En la noche tocó mostrar el video. Estaba horrible, fue una tortura. Es pésimo, malísimo tan, pero tan pelotudo. No soporto más verlo, me siento como Guido al final de 8 ½ (sino lo han visto, por favor véanlo). Cada vez me siento más desconcertado por que chucha estoy haciendo acá. Sin embargo, algo me dice que tengo que llegar hasta mayo. No sé porque, pero parece que tengo que hacerlo… Bueno, al menos pienso en una meta a corto plazo. En 3 días más voy a estar en una cama viendo tv cable.
Día 89
Día normal, no pasó mucho. Las cosas siguieron el curso que tienen que seguir. Tampoco tengo ganas de escribir.
Día 90
Perdió el Colo. Fue como un balde de agua fría.
Apenas tuve señal llamé a mi casa para saber algo de la muerte de Pinocho. Mi viejo me contestó y me dio los detalles políticos, las reacciones y todo eso. Al rato mi hermano mas pequeño (tiene 13 años) tomó el teléfono y me contó que estaba castigado. El domingo se arrancó y se fue a meter a una protesta a Plaza Italia. Dice que lo pasó la raja, pero cuando empezó a quedar la cagá con los guanacos (curioso, porque hay hartos de esos animalitos por acá también) tuvo que correr y tomar micro de vuelta a casa. Luego se fue a esconder a un lado y me dijo: “No le cuentes a mi vieja, pero ayer me fui a una protesta en La Moneda frente a la estatua de Allende”. Me contó que lo entrevistó la televisión peruana. “¿Qué les dijiste?” Pregunté aterrorizado por un potencial descalabro de nuestra imagen – país. “Que era bueno que se hubiera muerto un dictador fascista que nos reprisió por 17 años” “¿Reprisió? ¿Dijiste esa hueá?” “No hueón, tranquilo, si lo dije con buenas palabras”.
De ahí el partido del Colo, el primer tiempo me tuve que arrancar durante la cena. El segundo lo pude escuchar en la popa. Fue horrible el final. Después del segundo gol sólo me apoyé en la baranda viendo un claro entre las nubes escuchando radio agricultura. 15 años pasaron para llegar a una final, 15 años... y la perdieron. Así que no queda otra que pasar la rabia fondeado en la isla Focus.
(Al menos mañana me arranco a Punta Arenas… una lucecita entre tantos días nublados)
1 Comments:
Oye ordinario...no contaste el segundo notición. Que tu amiga más simpática de la vida te va a ir a ver.....grrrr...
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