2007: Partimos bien
13754 millas náuticas
Fotos http://www.flickr.com/photos/63568587@N00/?saved=1
Día 107 – 31 de diciembre
Un año más… así se va otro año. Nunca pensé que mi año se iba a ir así. Nunca pensé que iban a pasar las cosas que me pasaron en este año. Jamás pensé que para este día iba a estar navegando rumbo a la isla Wellington. Tampoco pensé que iba a conseguir uno de mis sueños de adolescencia dos veces. Fue un año largo, un año con intensas emociones, con recuerdos imborrables, cerrando capítulos y empezando a escribir otros. El 2006 ha sido por lejos, pero por lejos el mejor año de mi vida.
Empezó en mi casa, sin muchas ganas de celebrar como suelen ocurrir los años nuevos en mi vida. De un punto a esta parte me da la impresión que los años no los marca el calendario, sino que hitos. Algo así como Hobsbawn establece al definir que el siglo XX transcurrió desde 1914 a 1989; celebrar el 1 de enero me da un poco lo mismo. Sin embargo, había llegado a la conclusión que el 2005 había sido mi año de siembra. Por lo que esperaba que este fuese mi año de cosecha, sabía que lo iba a ser, sin embargo no tenía idea de cómo serían los frutos.
Enero fue un mes de pasar calor en las editoras. Ir de lunes a viernes a la escuela con la Carola, cortar y recortar el documental y de repente pegarnos unas escapadas a su piscina a hacer remolinos. Me acuerdo el último día de enero, justo antes que cerraran la escuela. Teníamos que hacer unos renders larguísimos y sacar un par de copias en vhs a la versión de 100 minutos de Rebotes. En medio de la mañana la Carola me dice que tiene un super nintendo en su casa, tomé la bicicleta y partí a buscarlo. A los 20 minutos estabamos jugando Mario Kart en la editora cuatro.
Febrero fue sumamente fome. Habiéndome gastado toda la plata en el documental mis vacaciones a Brasil quedaban postergadas por un año. Sin muchas ganas de estar con mi familia en la playa me dediqué a ir al gimnasio y recargar energías sin mucho más que hacer. Marzo comenzaba con puras incertidumbres. Por segundo año consecutivo no tenía clases, no tenía trabajo y mi proyecto estaba ahí, sin fecha de término. Estaba con pocas ganas de seguir haciendo ayudantías. Ya habían pasado dos años y todas las cosas que me ofrecían no se habían cumplido. Sin embargo, ahí entró uno de las personas que fue clave en este año: Hans, el profesor de tele. En términos profesionales aprendí mucho de él y, además, me tuve ene confianza y me dio un rol muchísimo más activo en el ramo. Me di cuenta que me encantaba hacer clases. Justo ese semestre hubo un curso buenísimo con el que hicimos muy buenas migas. Era un placer ir los viernes a la U. Tenía la sensación que, en muchas dimensiones, me estaban explotando, pero por otro lado me encantaba que me explotaran porque estaba súper motivado.
Paralelamente seguíamos trabajando en Rebotes. Llegó un punto que estaba todo enredado. Horas y horas en las editoras nos tenían completamente confundidos. En una de las revisiones Carlitos (nuestro profesor guía) nos dijo que no le gustaba la estructura, que teníamos que armarlo de nuevo, que estaba muy largo, que sacáramos a uno de los protagonistas. Fue una sensación devastadora. Darte cuenta que por lo que has estado peleando por más de un año no vale la pena. Simplemente había sido una apuesta muy alta que estaba perdiendo. Creo que fue un jueves. Le dije a la Carola que no nos juntáramos hasta el lunes para tener la mente más fría y viéramos que se nos ocurría. En el fin de semana conocí la canción Atrévete – te (para mi vida, la canción del año, junto con Life is a Struggle) y la puse en mi mp3. También escribí el manifiesto de Rebotes que decía que tenía que ser para mi esto. Creo que es la primera vez en mi vida que digo: “ok, esto es lo que yo quiero hacer, yo estuve trabajando en esto y esto está bien porque yo creo que es así aunque al resto no le guste.” El lunes afuera del casino de la escuela le puse a la Carola Atrévete – te, discutimos tres o cuatro ajustes y nos convencimos que teníamos razón y, en caso que no la tuviéramos, preferíamos morir en la nuestra.
El año avanzo en la incertidumbre de estar sin pega fuera de las ayudantías, sin saber muy bien que quería hacer en el futuro y sin saber si mi apuesta de dedicarle un año al documental iba a funcionar.
Así los plazos se fueron cumpliendo y llegó junio.
Junio, el mes que pasé de 24 a 25.
El mes en que esos 25 años de vida convergieron hacia donde yo quería.
Fue mágico, de los mejores momentos que he pasado en mi vida fueron en ese mes. Incluso hubo mundial de fútbol…fue demasiado.
Fueron los días que demostraron que la fruta de la cosecha era dulce, muy dulce y que la mayoría de las cosas con las que sueño están ahí, al alcance de mi mano.
Si hablamos en términos hobsbawnianos, ahí se cerró el año que empezó el 27 de julio del 2005 cuando empezamos a grabar. Era otra persona o, quizás, era la misma solo que empezaba a creer en él.
Otro de los hilights del año ocurrió el 8 de agosto cuando mostramos nuestro documental en el cine Hoyts de la Reina. Me acuerdo haber ido allá con la mina que gustaba en el colegio (que obviamente no me pescó) y decirme para mi mismo: “algún día van a dar una película mía acá” con la misma ingenuidad que cuando iba al Estadio Nacional y decía que algún día iba a meter un gol en esa cancha. Bueno, el festival de Cine de Santiago me cumplió ese sueño. Fue perturbador. La pantalla era tan, pero tan grande que me asustó. Siempre pensamos el documental para un televisor de 14 pulgadas y proyectado en 5 metros de altura fue como mucho. Sin embargo, fue genial.
Mientras se iba pasando el invierno me entretenía con las ayudantías (ahora eran cuatro) y trataba de trazar proyectos para el futuro. No había nada concreto. Un lunes de septiembre estaba en la editora joteandome a una alumna cuando Cristian me dice: “oye, como te verías un año arriba de un barco” y me explicó lo que es mi pega actual. Después de dar la entrevista y que me dijeran que bueno me quedó una semana para despedirme de mi gente. Fue una decisión que no la pensé, por suerte que no la pensé, porque si lo hubiera hecho probablemente no la hubiese tomado.
Me acuerdo de haber ido a la casa de Hans para decirle que me iba. El estaba apurado por salir, pero sin embargo nos quedamos conversando hasta las y tantas tomando té. Creo que fue mi primera conversación de adulto, aún cuando hablamos casi solamente de los sueños de nuestros dos caminos que se bifurcaban.
Yo siempre había creído que la vida es una secuencia una continuación de eventos que, por lógica o ilógica a veces saltan y le dan sentido a lo que está atrás. Ahora creo que son una mezcla, una especie de espiral. Continuidad que de vez en cuando tienen saltos cualitativos y saltas a otro nivel y sigues dando vueltas. Una de las cosas que me ha desconcertado estando en el sur es que mi vida en Santiago siguió tal como yo la había planeado. En todas las dimensiones, el problema es que no estaba ahí para poder cosechar, sino que sembrando en medio de los fiordos.
Me acuerdo del 12 de septiembre cuando mis ayudanteados me organizaron una despedida y terminamos tomando arriba del cerro San Cristóbal. Eso fue lo máximo. Al otro día tuve la despedida con mis amigos en un local de karaoke en Bellavista. Me dedicaron “Un beso y una flor” de Nino Bravo y a las pocas horas estaba en el aeropuerto cambiando de vida.
Los últimos cuatro meses han sido los más extraños de mi vida. Los he pasado viviendo en un barco con gente que no conocía. Las primeras semanas fueron difíciles en el sentido de tener que adaptarme a este mundo, aprender a ser humilde, darme cuenta que todo lo que sabía acá no sirve de mucho y aprender a sobrevivir en Potemkin. Esa fue la primera parte del posgrado que creo ya pasé, ahora se viene la más dura; aguantar los 8 meses. Si de algo ha servido este tiempo acá es darme cuenta de lo importante que son los afectos. A todo nivel. Que para vivir es imprescindible querer y que te quieran. Me acuerdo que la primera vez que me patearon quise pasar la pena arrendando películas (para la segunda fui más inteligente y me dediqué al playstation y el gimnasio) y me puse a ver Magnolia. ¡Error! No me acuerdo mucho de la película, pero hubo una frase que me mató de un personaje que se quedaba sólo: “tengo tanto amor que dar, el problema es que no sé dónde ponerlo”. Cuando la Mari se fue en el bus la semana pasada y tomé conciencia que no iba a estar con mi gente hasta mediados de mayo sentí eso, que no iba a tener a quien querer. Es verdad, está el teléfono e internet, pero no es lo mismo. Quizás ese ha sido el aprendizaje más importante, porque por primera vez en mi vida he ganado harta plata, pero estoy absolutamente seguro que estar con mi gente valen mucho más que los 5 mil dólares que tengo ahorrados. Pero hay que seguir, algo me dice que si salgo de esta voy a ser mejor persona. Y eso es lo que busco… eso y que me quieran. Así que mientras sigo sembrando en terrenos inhóspitos de la Patagonia espero que la cosecha para el 2007 pueda ser aún mejor que la del grandioso 2006.
Día 108
Antes de las 12 estaba editando. Cuando faltaban pocos minutos para que llegue el año le muestro a mi compañero que ponía la música para la fiesta como setear el reloj del computador con segundos. Ya se estaba preparando para dar el año nuevo cuando entra el capitán y dice que según su reloj faltan 3 minutos. Así, a las 12:03 empezó el año nuevo. Toda la gente en el barco (que va lleno) se abrazaba en la pista de baile y empezaban a repartir champagne. No atinaba a hacer nada, no quería salir de mi oficina porque no estaba ni ahí con darme abrazos con hueones que no conocía. En eso entra el capitán y al verme me abraza. Que ironías de la vida, el primer abrazo de 2007 me lo dio mi capi. Había embarcado un paquete de skittles y em dije que mejor que comer 12 uvas era comerme 12 dulces a las 12. En eso estaba y, como no quedaba nada que hacer, me volví a sentar y seguí editando.
Al rato escuché el rumor que la tripulación estaba en el bar de popa. Subí y estaba el capitán con su señora y todos los cabros brindando. Ahí si que pude repartir abrazos. Al rato llegaron los cocineros con un par de bandejas de pichanga (como se conoce en el sur a las chorrillanas). Nos quedamos hueveando un rato mientras yo le daba al champagne (nota de enología: con la plata que se gastan en el crucero no entiendo como dan un vino espumante tan malo. Es un demi sec asquerosamente dulzón. ¡¡¡Brut, ahora!!!).
Cuando terminé de editar la fiesta seguía. En eso veo que la doctora esta sentada sola. Ella tiene 27 años, es de Puerto Varas, pero vive en Puerto Natales. Pensaba que había venido con el pololo, pero averigüé que era un amigo. Y si, es muy bonita. Hasta ahora lo mejor que he visto en Natales. El capitán ya no estaba, entonces le pedí un whiskey a Mario y me fui a sentar con ella. Conversamos harto rato. A las 2 cortaron la fiesta y antes que cerraran el bar fui a pedir otro whiskey. Le dije a Mario que le pusiera poco, pero no me hizo caso y me llenó el vaso con Johnnie Walker negro. Terminó la música, ordenaron las mesas, mi compañero me hizo el gesto que dejara cerrada la oficina y seguía conversando con la doctorcita. Eso debe haber sido como hasta las 3. Fue un buen año nuevo, creo que de los mejores que he pasado.
El otro día me desperté con una caña horrible. Si hay una cosa desagradable es grabar con caña. Ahora era más malo, porque tenía que hacerlo arriba de un bote y, más encima con frío. De todos modos fue entretenido, de hecho nos tocó el derrumbe más grande que hemos visto hasta ahora. Estábamos bastante cerca, así que cuando cayó el hielo tuvimos que salir cagando.
Después en la cubierta me puse a grabar una que otra toma y, mish, me encuentro conversando con la doctorcita. Mi compañero que sacaba fotos tomó unas muy graciosas. Y después me dijo: “sos un gurú”. Es divertida la fama que me estoy haciendo dentro del barco. Fama completamente injustificada. Ojalá que en esta pueda justificarla.
Estaba con mucho sueño después del almuerzo me arranqué a dormir 15 minutos y luego le di al editaje. De ahí bajamos a Puerto Edén. Los 98 pasajeros, más parte de la tripulación que bajó iguala prácticamente la población del pueblo. Me puse a hacer unas tomas y al rato llegó la doctora con su amigo y me dijeron: “vamos a ir al mirador, nos acompañas”. Resulta que ella había estado el año pasado en la ronda médica ahí y me mostró lugares que no conocía. El tiempo pasó y los tres íbamos caminando muy relajados hasta que cachamos la hora y nos damos cuenta que estamos atrasados. Llegamos 15 minutos tarde, pero por suerte otros pasajeros estaban más atrasados, así que pasó piola. Cuando voy volviendo en el último bote miro que en la cubierta de arriba esta ella junto a Óscar que se la está joteando en mala. Al rato él me dice que la doctora es muy rica y me da a entender, poco menos, que la tiene loca. Luego me cuenta que vinieron unos pasajeros (en este crucero hay caleta de gente joven) a preguntarle si vendían condones, les dijo que él tenía y que se los vendía a 15 dólares cada uno. El tipo le compró 3. Me mostró el billete de 50 dólares. ¡Ufff, la cacha cara! – pensé.
Día 109
Está entretenida esta historia. Me hace sentir vivo. Tiene ese feeling de trabajos voluntarios en Oñoico. Como que somos dos personas que estamos un poco en las mismas. Solos lejos de nuestro hábitat. Ojalá funcione, sino ya me hizo dar cuenta que mis temores de depresión son infundados. Es algo completamente externo. Cuando las condiciones objetivas mejoran, mi ánimo también. El fiordo Calvo estaba terriblemente nublado, a ratos llovía. Estaba haciendo mis tomillas en la proa, de repente bajaba a grabar pasajeros y, por coincidencia, me ponía a conversar con la doctorcita. Ella me pregunta si un ruido en el motor es usual. Le digo que siempre suena harto, pero no tanto. Al rato subo al puente y veo que están tratando de arreglar el asunto. Sigo ahí y de repente se les hecha a perder el joystick con el que manejan el rompehielos. Cuando eso pasa hay que bajar y activar el timón común y corriente. Cuando lo hicieron se dieron cuenta que estaba sin aceite y que a bordo no había aceite. Sin embargo, el cuidador del barco tenía una botella grande aceite para comer, así que llenaron el timón con aceite para comer. Lamentablemente hubo otro problema, el timón sólo respondía cuando se le giraba hacia estribor. Marcelo tuvo que llamar y pedir al barco que viniera en rescate. “ya me eché un ancla y ahora el rompehielos…” Se lamentaba. Como no pasaba nada bajé y seguí mi interesante conversación. Tan interesante estaba que no me di cuenta cuando llegó el barco y me perdí una toma importantísima para el montaje…
En el glaciar Brujo se dio un juego de proxemias. Ella estaba a unos metros, yo estaba en otro lado. De repente yo me alejaba para hacer una toma y luego volvía al lugar donde estaba. Ella se movía para sacar una foto y luego volvía a donde estaba. En eso nos encontramos y seguimos conversando cualquier tontera hasta que se cayó un pedazo muy grande de hielo que pude grabar. Estaba empezando bien el año.
En la editora mi compañero me empezó a tirar tallas. Esta chueco el horizonte, esa toma esta toda movida… y tenía razón, las tomas estaban pésimas. Para peor no reparé en sacarle el sonido. Entonces casi todas las tomas de hielo azul majestuoso tienen como banda de sonido mi joteo. Es tan patético como cuando cualquier hombre se engrupe a una mina. Todo esto está muy entretenido, aparte lo bueno es que vive en Natales, por lo que no hay ningún apuro. Hay tiempo. Para usar términos basquetbolísticos no hay razón de tomar un tiro apresurado, puedo usar los 24 segundos de la posesión hasta tener un buen tiro.
Día 110
El bote se movió mucho en la noche. De hecho me desperté y me costó volverme a quedar dormido. El tiempo estaba muy malo, lluvia y viento por lo que no hubo bajada. Me quedé conversando en la cubierta con la doctora y su amigo. Me contó que en el hospital de Natales todos los doctores son fanáticos de E.R. Incluso que hace unas semanas llegó un paciente muy mal, deberían haberle hecho una tratectomía (o cómo se diga), pero para eso había que llevarlo a Punta Arenas y no alcanzaba a llegar. El doctor hizo un procedimiento curioso, pero que permitió salvar al paciente. Cuando lo trasladaron a Punta Arenas los doctores estaban vueltos locos con la solución, lo llamaron para felicitarlo y le preguntaron como se le ocurrió: “lo vi en E.R. la semana pasada”.
La tarde fue eminentemente fome. No pasó mucho. En la noche venía la cena de despedida. Empieza a llegar la gente cuando llega la doctora con un vestido strapless que le quedaba muuuuy bien. Me corté entero. Mi compañero me pegaba y me decía: “dile algo, dile algo”. Yo, probablemente rojo, le digo “que guapa que te ves”. Ella, casi automáticamente me dice: “si poh, hay que parecer humano de vez en cuando”. Me cagó en una forma tan rica… tan inteligente. Mientras conversaba llegó la señora y nos dijo: “mire que se ven juntos, ahora usted mijito va a tener una amiga acá en Natales… ¿qué edad tiene señorita?” ¡Horrible! Capitán y señora enterados de mis intenciones. Ahí si que estaba rojo, rojo, rojo.
Después de la cena me fui a sentar al lado de ella. No le gusta bailar y, como a mi tampoco, era una compañía muy agradable. De todos modos en un momento terminamos bailando en la pista. Y yo veía como la tripulación que estaba sapeando nos mira… ahora si que me convertí en el cabrón. Como había gente joven la fiesta duró hasta bastante más tarde que lo que suele durar. Cuando terminó la gente se fue al bar de popa. Pusieron un I pod en el equipo, no sé de donde sacaron más copete y se armó un tremendo carrete latinoamericano. Conversé como 2 horas más, nos pusimos hablar de la vida de nuestras respectivas vidas en la patagonia. No creo que le guste, pero le agrada estar conmigo. Es un comienzo. Además le pedí el teléfono y quedamos de salir algún día a comer ceviche, ya que es la comida favorita de ambos. Fue bacán. Como a las 3:15 se fue. Unos mexicanos que seguían muy prendidos me dijo: “guey, porque no la seguiste hasta la cabina…” Ni que fuera una película. Una española me dijo: “que se veía que estabas entusiasmado con la doctora”. Bueno, paciencia no más. Me tomé un último trago rogando que no pasara la guardia, ya que si me veían en medio del carrete me podrían cagar y me fui a dormir. Así se acababa el viaje número 15. ¿qué irá a pasar? Lean el próximo capítulo.
ver fotos que incluyen una especie de rápida reproducción, el jote patagónico
Fotos http://www.flickr.com/photos/63568587@N00/?saved=1
Día 107 – 31 de diciembre
Un año más… así se va otro año. Nunca pensé que mi año se iba a ir así. Nunca pensé que iban a pasar las cosas que me pasaron en este año. Jamás pensé que para este día iba a estar navegando rumbo a la isla Wellington. Tampoco pensé que iba a conseguir uno de mis sueños de adolescencia dos veces. Fue un año largo, un año con intensas emociones, con recuerdos imborrables, cerrando capítulos y empezando a escribir otros. El 2006 ha sido por lejos, pero por lejos el mejor año de mi vida.
Empezó en mi casa, sin muchas ganas de celebrar como suelen ocurrir los años nuevos en mi vida. De un punto a esta parte me da la impresión que los años no los marca el calendario, sino que hitos. Algo así como Hobsbawn establece al definir que el siglo XX transcurrió desde 1914 a 1989; celebrar el 1 de enero me da un poco lo mismo. Sin embargo, había llegado a la conclusión que el 2005 había sido mi año de siembra. Por lo que esperaba que este fuese mi año de cosecha, sabía que lo iba a ser, sin embargo no tenía idea de cómo serían los frutos.
Enero fue un mes de pasar calor en las editoras. Ir de lunes a viernes a la escuela con la Carola, cortar y recortar el documental y de repente pegarnos unas escapadas a su piscina a hacer remolinos. Me acuerdo el último día de enero, justo antes que cerraran la escuela. Teníamos que hacer unos renders larguísimos y sacar un par de copias en vhs a la versión de 100 minutos de Rebotes. En medio de la mañana la Carola me dice que tiene un super nintendo en su casa, tomé la bicicleta y partí a buscarlo. A los 20 minutos estabamos jugando Mario Kart en la editora cuatro.
Febrero fue sumamente fome. Habiéndome gastado toda la plata en el documental mis vacaciones a Brasil quedaban postergadas por un año. Sin muchas ganas de estar con mi familia en la playa me dediqué a ir al gimnasio y recargar energías sin mucho más que hacer. Marzo comenzaba con puras incertidumbres. Por segundo año consecutivo no tenía clases, no tenía trabajo y mi proyecto estaba ahí, sin fecha de término. Estaba con pocas ganas de seguir haciendo ayudantías. Ya habían pasado dos años y todas las cosas que me ofrecían no se habían cumplido. Sin embargo, ahí entró uno de las personas que fue clave en este año: Hans, el profesor de tele. En términos profesionales aprendí mucho de él y, además, me tuve ene confianza y me dio un rol muchísimo más activo en el ramo. Me di cuenta que me encantaba hacer clases. Justo ese semestre hubo un curso buenísimo con el que hicimos muy buenas migas. Era un placer ir los viernes a la U. Tenía la sensación que, en muchas dimensiones, me estaban explotando, pero por otro lado me encantaba que me explotaran porque estaba súper motivado.
Paralelamente seguíamos trabajando en Rebotes. Llegó un punto que estaba todo enredado. Horas y horas en las editoras nos tenían completamente confundidos. En una de las revisiones Carlitos (nuestro profesor guía) nos dijo que no le gustaba la estructura, que teníamos que armarlo de nuevo, que estaba muy largo, que sacáramos a uno de los protagonistas. Fue una sensación devastadora. Darte cuenta que por lo que has estado peleando por más de un año no vale la pena. Simplemente había sido una apuesta muy alta que estaba perdiendo. Creo que fue un jueves. Le dije a la Carola que no nos juntáramos hasta el lunes para tener la mente más fría y viéramos que se nos ocurría. En el fin de semana conocí la canción Atrévete – te (para mi vida, la canción del año, junto con Life is a Struggle) y la puse en mi mp3. También escribí el manifiesto de Rebotes que decía que tenía que ser para mi esto. Creo que es la primera vez en mi vida que digo: “ok, esto es lo que yo quiero hacer, yo estuve trabajando en esto y esto está bien porque yo creo que es así aunque al resto no le guste.” El lunes afuera del casino de la escuela le puse a la Carola Atrévete – te, discutimos tres o cuatro ajustes y nos convencimos que teníamos razón y, en caso que no la tuviéramos, preferíamos morir en la nuestra.
El año avanzo en la incertidumbre de estar sin pega fuera de las ayudantías, sin saber muy bien que quería hacer en el futuro y sin saber si mi apuesta de dedicarle un año al documental iba a funcionar.
Así los plazos se fueron cumpliendo y llegó junio.
Junio, el mes que pasé de 24 a 25.
El mes en que esos 25 años de vida convergieron hacia donde yo quería.
Fue mágico, de los mejores momentos que he pasado en mi vida fueron en ese mes. Incluso hubo mundial de fútbol…fue demasiado.
Fueron los días que demostraron que la fruta de la cosecha era dulce, muy dulce y que la mayoría de las cosas con las que sueño están ahí, al alcance de mi mano.
Si hablamos en términos hobsbawnianos, ahí se cerró el año que empezó el 27 de julio del 2005 cuando empezamos a grabar. Era otra persona o, quizás, era la misma solo que empezaba a creer en él.
Otro de los hilights del año ocurrió el 8 de agosto cuando mostramos nuestro documental en el cine Hoyts de la Reina. Me acuerdo haber ido allá con la mina que gustaba en el colegio (que obviamente no me pescó) y decirme para mi mismo: “algún día van a dar una película mía acá” con la misma ingenuidad que cuando iba al Estadio Nacional y decía que algún día iba a meter un gol en esa cancha. Bueno, el festival de Cine de Santiago me cumplió ese sueño. Fue perturbador. La pantalla era tan, pero tan grande que me asustó. Siempre pensamos el documental para un televisor de 14 pulgadas y proyectado en 5 metros de altura fue como mucho. Sin embargo, fue genial.
Mientras se iba pasando el invierno me entretenía con las ayudantías (ahora eran cuatro) y trataba de trazar proyectos para el futuro. No había nada concreto. Un lunes de septiembre estaba en la editora joteandome a una alumna cuando Cristian me dice: “oye, como te verías un año arriba de un barco” y me explicó lo que es mi pega actual. Después de dar la entrevista y que me dijeran que bueno me quedó una semana para despedirme de mi gente. Fue una decisión que no la pensé, por suerte que no la pensé, porque si lo hubiera hecho probablemente no la hubiese tomado.
Me acuerdo de haber ido a la casa de Hans para decirle que me iba. El estaba apurado por salir, pero sin embargo nos quedamos conversando hasta las y tantas tomando té. Creo que fue mi primera conversación de adulto, aún cuando hablamos casi solamente de los sueños de nuestros dos caminos que se bifurcaban.
Yo siempre había creído que la vida es una secuencia una continuación de eventos que, por lógica o ilógica a veces saltan y le dan sentido a lo que está atrás. Ahora creo que son una mezcla, una especie de espiral. Continuidad que de vez en cuando tienen saltos cualitativos y saltas a otro nivel y sigues dando vueltas. Una de las cosas que me ha desconcertado estando en el sur es que mi vida en Santiago siguió tal como yo la había planeado. En todas las dimensiones, el problema es que no estaba ahí para poder cosechar, sino que sembrando en medio de los fiordos.
Me acuerdo del 12 de septiembre cuando mis ayudanteados me organizaron una despedida y terminamos tomando arriba del cerro San Cristóbal. Eso fue lo máximo. Al otro día tuve la despedida con mis amigos en un local de karaoke en Bellavista. Me dedicaron “Un beso y una flor” de Nino Bravo y a las pocas horas estaba en el aeropuerto cambiando de vida.
Los últimos cuatro meses han sido los más extraños de mi vida. Los he pasado viviendo en un barco con gente que no conocía. Las primeras semanas fueron difíciles en el sentido de tener que adaptarme a este mundo, aprender a ser humilde, darme cuenta que todo lo que sabía acá no sirve de mucho y aprender a sobrevivir en Potemkin. Esa fue la primera parte del posgrado que creo ya pasé, ahora se viene la más dura; aguantar los 8 meses. Si de algo ha servido este tiempo acá es darme cuenta de lo importante que son los afectos. A todo nivel. Que para vivir es imprescindible querer y que te quieran. Me acuerdo que la primera vez que me patearon quise pasar la pena arrendando películas (para la segunda fui más inteligente y me dediqué al playstation y el gimnasio) y me puse a ver Magnolia. ¡Error! No me acuerdo mucho de la película, pero hubo una frase que me mató de un personaje que se quedaba sólo: “tengo tanto amor que dar, el problema es que no sé dónde ponerlo”. Cuando la Mari se fue en el bus la semana pasada y tomé conciencia que no iba a estar con mi gente hasta mediados de mayo sentí eso, que no iba a tener a quien querer. Es verdad, está el teléfono e internet, pero no es lo mismo. Quizás ese ha sido el aprendizaje más importante, porque por primera vez en mi vida he ganado harta plata, pero estoy absolutamente seguro que estar con mi gente valen mucho más que los 5 mil dólares que tengo ahorrados. Pero hay que seguir, algo me dice que si salgo de esta voy a ser mejor persona. Y eso es lo que busco… eso y que me quieran. Así que mientras sigo sembrando en terrenos inhóspitos de la Patagonia espero que la cosecha para el 2007 pueda ser aún mejor que la del grandioso 2006.
Día 108
Antes de las 12 estaba editando. Cuando faltaban pocos minutos para que llegue el año le muestro a mi compañero que ponía la música para la fiesta como setear el reloj del computador con segundos. Ya se estaba preparando para dar el año nuevo cuando entra el capitán y dice que según su reloj faltan 3 minutos. Así, a las 12:03 empezó el año nuevo. Toda la gente en el barco (que va lleno) se abrazaba en la pista de baile y empezaban a repartir champagne. No atinaba a hacer nada, no quería salir de mi oficina porque no estaba ni ahí con darme abrazos con hueones que no conocía. En eso entra el capitán y al verme me abraza. Que ironías de la vida, el primer abrazo de 2007 me lo dio mi capi. Había embarcado un paquete de skittles y em dije que mejor que comer 12 uvas era comerme 12 dulces a las 12. En eso estaba y, como no quedaba nada que hacer, me volví a sentar y seguí editando.
Al rato escuché el rumor que la tripulación estaba en el bar de popa. Subí y estaba el capitán con su señora y todos los cabros brindando. Ahí si que pude repartir abrazos. Al rato llegaron los cocineros con un par de bandejas de pichanga (como se conoce en el sur a las chorrillanas). Nos quedamos hueveando un rato mientras yo le daba al champagne (nota de enología: con la plata que se gastan en el crucero no entiendo como dan un vino espumante tan malo. Es un demi sec asquerosamente dulzón. ¡¡¡Brut, ahora!!!).
Cuando terminé de editar la fiesta seguía. En eso veo que la doctora esta sentada sola. Ella tiene 27 años, es de Puerto Varas, pero vive en Puerto Natales. Pensaba que había venido con el pololo, pero averigüé que era un amigo. Y si, es muy bonita. Hasta ahora lo mejor que he visto en Natales. El capitán ya no estaba, entonces le pedí un whiskey a Mario y me fui a sentar con ella. Conversamos harto rato. A las 2 cortaron la fiesta y antes que cerraran el bar fui a pedir otro whiskey. Le dije a Mario que le pusiera poco, pero no me hizo caso y me llenó el vaso con Johnnie Walker negro. Terminó la música, ordenaron las mesas, mi compañero me hizo el gesto que dejara cerrada la oficina y seguía conversando con la doctorcita. Eso debe haber sido como hasta las 3. Fue un buen año nuevo, creo que de los mejores que he pasado.
El otro día me desperté con una caña horrible. Si hay una cosa desagradable es grabar con caña. Ahora era más malo, porque tenía que hacerlo arriba de un bote y, más encima con frío. De todos modos fue entretenido, de hecho nos tocó el derrumbe más grande que hemos visto hasta ahora. Estábamos bastante cerca, así que cuando cayó el hielo tuvimos que salir cagando.
Después en la cubierta me puse a grabar una que otra toma y, mish, me encuentro conversando con la doctorcita. Mi compañero que sacaba fotos tomó unas muy graciosas. Y después me dijo: “sos un gurú”. Es divertida la fama que me estoy haciendo dentro del barco. Fama completamente injustificada. Ojalá que en esta pueda justificarla.
Estaba con mucho sueño después del almuerzo me arranqué a dormir 15 minutos y luego le di al editaje. De ahí bajamos a Puerto Edén. Los 98 pasajeros, más parte de la tripulación que bajó iguala prácticamente la población del pueblo. Me puse a hacer unas tomas y al rato llegó la doctora con su amigo y me dijeron: “vamos a ir al mirador, nos acompañas”. Resulta que ella había estado el año pasado en la ronda médica ahí y me mostró lugares que no conocía. El tiempo pasó y los tres íbamos caminando muy relajados hasta que cachamos la hora y nos damos cuenta que estamos atrasados. Llegamos 15 minutos tarde, pero por suerte otros pasajeros estaban más atrasados, así que pasó piola. Cuando voy volviendo en el último bote miro que en la cubierta de arriba esta ella junto a Óscar que se la está joteando en mala. Al rato él me dice que la doctora es muy rica y me da a entender, poco menos, que la tiene loca. Luego me cuenta que vinieron unos pasajeros (en este crucero hay caleta de gente joven) a preguntarle si vendían condones, les dijo que él tenía y que se los vendía a 15 dólares cada uno. El tipo le compró 3. Me mostró el billete de 50 dólares. ¡Ufff, la cacha cara! – pensé.
Día 109
Está entretenida esta historia. Me hace sentir vivo. Tiene ese feeling de trabajos voluntarios en Oñoico. Como que somos dos personas que estamos un poco en las mismas. Solos lejos de nuestro hábitat. Ojalá funcione, sino ya me hizo dar cuenta que mis temores de depresión son infundados. Es algo completamente externo. Cuando las condiciones objetivas mejoran, mi ánimo también. El fiordo Calvo estaba terriblemente nublado, a ratos llovía. Estaba haciendo mis tomillas en la proa, de repente bajaba a grabar pasajeros y, por coincidencia, me ponía a conversar con la doctorcita. Ella me pregunta si un ruido en el motor es usual. Le digo que siempre suena harto, pero no tanto. Al rato subo al puente y veo que están tratando de arreglar el asunto. Sigo ahí y de repente se les hecha a perder el joystick con el que manejan el rompehielos. Cuando eso pasa hay que bajar y activar el timón común y corriente. Cuando lo hicieron se dieron cuenta que estaba sin aceite y que a bordo no había aceite. Sin embargo, el cuidador del barco tenía una botella grande aceite para comer, así que llenaron el timón con aceite para comer. Lamentablemente hubo otro problema, el timón sólo respondía cuando se le giraba hacia estribor. Marcelo tuvo que llamar y pedir al barco que viniera en rescate. “ya me eché un ancla y ahora el rompehielos…” Se lamentaba. Como no pasaba nada bajé y seguí mi interesante conversación. Tan interesante estaba que no me di cuenta cuando llegó el barco y me perdí una toma importantísima para el montaje…
En el glaciar Brujo se dio un juego de proxemias. Ella estaba a unos metros, yo estaba en otro lado. De repente yo me alejaba para hacer una toma y luego volvía al lugar donde estaba. Ella se movía para sacar una foto y luego volvía a donde estaba. En eso nos encontramos y seguimos conversando cualquier tontera hasta que se cayó un pedazo muy grande de hielo que pude grabar. Estaba empezando bien el año.
En la editora mi compañero me empezó a tirar tallas. Esta chueco el horizonte, esa toma esta toda movida… y tenía razón, las tomas estaban pésimas. Para peor no reparé en sacarle el sonido. Entonces casi todas las tomas de hielo azul majestuoso tienen como banda de sonido mi joteo. Es tan patético como cuando cualquier hombre se engrupe a una mina. Todo esto está muy entretenido, aparte lo bueno es que vive en Natales, por lo que no hay ningún apuro. Hay tiempo. Para usar términos basquetbolísticos no hay razón de tomar un tiro apresurado, puedo usar los 24 segundos de la posesión hasta tener un buen tiro.
Día 110
El bote se movió mucho en la noche. De hecho me desperté y me costó volverme a quedar dormido. El tiempo estaba muy malo, lluvia y viento por lo que no hubo bajada. Me quedé conversando en la cubierta con la doctora y su amigo. Me contó que en el hospital de Natales todos los doctores son fanáticos de E.R. Incluso que hace unas semanas llegó un paciente muy mal, deberían haberle hecho una tratectomía (o cómo se diga), pero para eso había que llevarlo a Punta Arenas y no alcanzaba a llegar. El doctor hizo un procedimiento curioso, pero que permitió salvar al paciente. Cuando lo trasladaron a Punta Arenas los doctores estaban vueltos locos con la solución, lo llamaron para felicitarlo y le preguntaron como se le ocurrió: “lo vi en E.R. la semana pasada”.
La tarde fue eminentemente fome. No pasó mucho. En la noche venía la cena de despedida. Empieza a llegar la gente cuando llega la doctora con un vestido strapless que le quedaba muuuuy bien. Me corté entero. Mi compañero me pegaba y me decía: “dile algo, dile algo”. Yo, probablemente rojo, le digo “que guapa que te ves”. Ella, casi automáticamente me dice: “si poh, hay que parecer humano de vez en cuando”. Me cagó en una forma tan rica… tan inteligente. Mientras conversaba llegó la señora y nos dijo: “mire que se ven juntos, ahora usted mijito va a tener una amiga acá en Natales… ¿qué edad tiene señorita?” ¡Horrible! Capitán y señora enterados de mis intenciones. Ahí si que estaba rojo, rojo, rojo.
Después de la cena me fui a sentar al lado de ella. No le gusta bailar y, como a mi tampoco, era una compañía muy agradable. De todos modos en un momento terminamos bailando en la pista. Y yo veía como la tripulación que estaba sapeando nos mira… ahora si que me convertí en el cabrón. Como había gente joven la fiesta duró hasta bastante más tarde que lo que suele durar. Cuando terminó la gente se fue al bar de popa. Pusieron un I pod en el equipo, no sé de donde sacaron más copete y se armó un tremendo carrete latinoamericano. Conversé como 2 horas más, nos pusimos hablar de la vida de nuestras respectivas vidas en la patagonia. No creo que le guste, pero le agrada estar conmigo. Es un comienzo. Además le pedí el teléfono y quedamos de salir algún día a comer ceviche, ya que es la comida favorita de ambos. Fue bacán. Como a las 3:15 se fue. Unos mexicanos que seguían muy prendidos me dijo: “guey, porque no la seguiste hasta la cabina…” Ni que fuera una película. Una española me dijo: “que se veía que estabas entusiasmado con la doctora”. Bueno, paciencia no más. Me tomé un último trago rogando que no pasara la guardia, ya que si me veían en medio del carrete me podrían cagar y me fui a dormir. Así se acababa el viaje número 15. ¿qué irá a pasar? Lean el próximo capítulo.
ver fotos que incluyen una especie de rápida reproducción, el jote patagónico
2 Comments:
jajajajaja q buena
FELIZ AÑO NUEVO
HAPPY NEW YEAR
Amigo que este año sea un año próspero en todas las áreas de tu vida. Q sigas cosechando...te mando un fuerte abrazo, muac muac
Dios te bendiga e inunde de amor, gozo y paz.
;)
Hola queridísimo Somita. Qué wena es tu bitácora de verdad, demasiado entrete y qué manera de empezar el año. Te juro que pago por oír el joteo que suena como sonido de fondo cuando se cayó un hielo. Te deseo lo mejor mejor pa este año que comienza y ten por seguro que esperamos por ti. Te quiero mucho GURÚ
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